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Actualizado: 21 de noviembre de 2025


Se dejó llevar a un hotel que éste escogió, y allí estuvo toda la mañana, tendida en un sofá de su cuarto, llorando, como si diese por cierta su desgracia. El talabartero, contento de verse en Madrid, bien instalado, indignábase contra esta desesperación, que le parecía ridícula. ¡Vamo, hombre!... ¡Lo que sois las mujeres!

La sociedad meticulosa de la época prefería la desgracia de sus hijas en un claustro, a su dicha relativa en el mundo, en el que no se admitía el celibato. Las conveniencias lo mismo que el espíritu religioso de la época se oponían a este último partido.

Su voz temblorosa, su mirada húmeda, eran de una pobre mujer que se esfuerza por contener su emoción. Miguel balbuceó contuso, desorientado. ¿El había podido hacer tanto mal? ¿Cuándo?... ¿cómo?... Alicia, sorda á sus preguntas, sólo pensaba en ella y en su desgracia.

La noticia de aquella desgracia se supo en el pueblo; unos lo lamentaron y otros se encogieron de hombros. Ninguno tenía la culpa y nadie lo cargaba sobre su conciencia.

Cuando aconteció esta desgracia, no quiso por nada de este mundo separarse de la familia, bien que su ama la había legado haber de sobra para vivir independiente. Tal como yo la recuerdo era ya muy vieja. Vivía en casa de otra de mis tías, hermana de mi madre, más como una parienta querida que en calidad de criada.

Ni quiero llantos que me quitan a el sueño. Cuando lloras sin saber por qué, hija mía, me entra una comezón, un miedo supersticioso.... Se me figura que anuncias una desgracia. Ana tembló, como sintiendo escalofríos. ¿Ves? tiemblas; a la cama, a la cama, ángel mío; todos a la cama; yo me estoy cayendo.

Todos cuantos han tenido la desgracia de trabajar en conspiraciones burdas saben perfectamente que los despabilados y parlanchines forman a sus espaldas una guardia de hombres soeces y brutales, que sirven para dar a la idea, en la ocasión precisa, su voz estentórea, su brazo salvaje y su representación apasionadamente popular.

La sensibilidad, la cualidad por excelencia del Indio, fué herida, y si paciencia tuvo para sufrir y morir al pie de una bandera extranjera, no la tuvo cuando aquel, por quien moría, le pagaba su sacrificio con insultos y sandeces. Entonces examinóse poco á poco, y conoció su desgracia.

Por desgracia mi entusiasmo es grande y no me deja acudir con serenidad a mi escasísima ciencia. Lo primero que no es qué plan seguir; dentro de qué términos encerrarme.

La desgracia es, que le acompaña poco juicio, y no coloca las cosas en el lugar que les corresponde, ni las aplica en el modo necesario para instruir, ni añade verdad alguna que penetre en el corazon de los oyentes. Los que tienen la imaginacion muy llena son intolerables en las conversaciones.

Palabra del Dia

aquietaron

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