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Actualizado: 21 de julio de 2025
Y con esto, aquella noche el alférez, con un su amigo, y don Baltasar con otro, a un lugar apartado se fueron, y allí don Baltasar, con más fortuna, o más valor, o más destreza que Valcárcel, matole, dándole a los primeros embites de la pelea una estocada tal, que el corazón partiole; y el mísero a quien su mala lengua, o más bien la desgracia de encontrarse en el mismo empeño que don Baltasar, había matado, no pudo ni aun decir ¡Dios me valga!
La desgracia vino á arrebatar la vida en el mismo año de 1500 á fines de julio al infante D. Miguel, hijo del rey D. Juan de Portugal, último vástago en la línea masculina de los reyes Católicos D. Fernando y Doña Isabel, recayendo por consecuencia la corona de España, en la madre de Doña Leonor y D. Cárlos.
Pensaba que era una gran desgracia para aquel pequeñuelo, rubio y hermoso como un querubín, el haber nacido hijo de un padre deshonrado. El infeliz le pedía perdón, con la mirada, de haberle engendrado. Hacia el año 1829, cuatro después de haber llegado de América, el coronel era un verdadero espectro.
La humanidad se acostumbra fácilmente á la desgracia decía Argensola , siempre que la desgracia sea larga... Esa es nuestra fuerza; por eso vivimos. Don Marcelo no aceptaba su resignación. La guerra iba á ser más corta de lo que se imaginaban todos. Su entusiasmo le fijaba un término inmediato: dentro de tres meses, en la primavera próxima. Y si la paz no era en la primavera, sería en el verano.
Y si alguno de nuestros hijos, nietos o parientes cayere, por alguna desgracia, en manos de la justicia, ¿habrá favor tan bueno que llegue a la oreja del juez y del escribano, como destos escudos, si llegan a sus bolsas?
Hay catástrofes financieras terribles... Sin ir tan lejos, mi padre, cuya fortuna consiste, en su mayor parte, en la fábrica de cristales, podría verse comprometido por alguna desgracia imprevista...
El trigo, los sacos repletos que Batiste y su hijo subían al granero y al caer de sus espaldas hacían temblar el piso, conmoviendo toda la barraca, era lo que interesaba á la familia. Comenzaba para todos ellos la buena época. Tan extremada como había sido hasta poco antes la desgracia, era ahora la fortuna.
Nada ocurre en la vida sin que tenga una razón determinante; la dicha ó la desgracia se merecen por los esfuerzos hechos en el sentido del bien ó del mal. Yo nací bajo una influencia dichosa; la fortuna repartió en torno mío sus más preciosos dones, y yo, en vez de aprovechar esas influencias favorables para levantarme más y más, las usé para descender hasta la más horrible conducta.
Bastante me pesan mis artificios y embustes que te atrajeron la desgracia... Vuelve á pegarme, trátame como á la peor de las mujeres, pero cree cuanto yo te diga; sigue mis consejos. Continuó el marino en su actitud de indiferencia y menosprecio. Las manos le temblaban, impacientes. Iba á marcharse; no quería oírla más... ¿Le había buscado para infundirle miedo con sus peligros imaginarios?...
Las promesas de sus amistades no eran mas que dulces mentiras; nadie haría nada por ellos al verlos en la desgracia; la Justicia seguiría su curso. Su marido iría á la cárcel, y ella tendría que empezar otra vez... ¡otra vez! en un mundo extremadamente viejo, donde le era difícil encontrar un rincón que no hubiese conocido antes... Además, ¡tantas amigas deseosas de vengarse!...
Palabra del Dia
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