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Actualizado: 4 de junio de 2025
De esta suerte, no necesitaba desgarrar el tejido de imaginaciones, que no eran más que puras quimeras ese día me lo había probado bien, pero podía trabajar en él con toda tranquilidad, y fue lo que hice en mi desvelo o en mis sueños, hasta la mañana siguiente. Dos días después, Roberto partió. Algunas horas antes de marcharse tuvo una larga conversación con Marta en el jardín.
Hombre, ¿no ha leído usted las infamias que dicen de mí? Don Segis levantó el vaso a la altura de los ojos, examinó detenidamente el dorado líquido, lo acercó a los labios y bebió con pausa. Después de toser y desgarrar un poco, y limpiarse la boca con un pañuelo de hierbas, dijo gravemente: Phs... la intención no es buena que digamos... Pero vale más tomar las cosas con calma.
Creo más bien que ella y yo somos víctimas de la lógica. La vida tiene por objeto inmediato el dolor... Saque usted la consecuencia. Mi mujer nació con uñas para desgarrar. Yo nací con un corazón blando a propósito para ser desgarrado. Sería una contradicción que ella no arañara y que yo no fuese arañado. ¡Y sin embargo, usted ha amado a esa mujer con toda su alma!
Atravesaron al paso, más sosegados que por la mañana, las calles de Azcoitia, y entraron de nuevo en la carretera, flanqueada siempre por el río, hundiéndose a poco en la cañada estrechísima y bravía que forman dos altas montañas, cubiertas de bosques sombríos que trepan cual escuadrones de árboles que quisieran escalarlas, para desgarrar en su cumbre el seno de las nubes, azuladas a veces, vaporosas como la flotante túnica de una poética maitagari; cenicientas otras, flotantes también, pero tétricas como el sudario que cubre las rígidas formas de un muerto.
La popa estaba lisa y en los costados ni una señal del número de filiación y nombre de la matrícula, un ser desconocido que se moría entre aquellas otras barcas, orgullosas de sus pomposos nombres, como mueren en el mundo algunos, sin desgarrar el misterio de su vida. Pero el incógnito de la barca sólo era aparente.
Quiso desarmar á los berberiscos; y estalló una rebelion en que tu pueblo tuvo ya que tomar parte contra tan odiosos africanos. Salieron estos vencidos, abandonaron tus hogares; mas para volver pronto á desgarrar tu seno con sus armas y las armas de Castilla.
Era menester más dominio sobre la natural condición para vencer en esta lucha que el del esparciata que sin verter una lágrima y sin lanzar un quejido se dejó desgarrar el cuerpo por las uñas de una fiera. Ni enojo, ni envidia, ni celos, ni amor se propuso mostrar el P. Enrique, sino amistad finísima e inalterable como siempre.
Tenía que suceder; debía de ocurrírsete esa idea. ¡Enamorado de Elena Lacante!... La cosa estaba en el aire y dentro de las verosimilitudes románticas, y tu superior perspicacia no ha vacilado en desgarrar los velos del porvenir ni en profetizar. Pues bien, no; nada de vaticinios. Nadie es profeta en su familia.
En la iglesia de Caracoto la sangre de los españoles llegó á cubrir los tobillos de los asesinos. En Tapacari, pequeño pueblo de la provincia de Cochabamba, se quiso obligar á un padre á desgarrar el corazon de sus hijos á la vista de la madre: y la repulsa á tan inicuo mandato, fué la señal de su comun exterminio.
Palabra del Dia
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