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Actualizado: 12 de julio de 2025
Blanca de ropas y limpia como un sol era mi cama; pero ¡qué fría... y qué dura me pareció! Sin embargo, dormí toda la noche de un solo tirón; pero soñando mucho y sobre muchas cosas a cual más extravagante. Recuerdo que soñé con el oso del Puerto; con desfiladeros y cañadas que no tenían fin, y tan angostas de garganta, que no cabía yo por ellas ni aun andando de medio lado.
Todo el mundo se estrecha, se codea, se pone en prensa y estrangula, resultando de la confusion y los apuros los mas curiosos contrastes en los mil grupos que se agitan entre aquellos desfiladeros.
Cuenta la leyenda de la montaña que en época muy antigua, cuando fortalezas rodeadas de fosos se erguían en todos los promontorios de los desfiladeros, tres condes que por casualidad no guerreaban, se encontraron un día de caza cerca de la fuentecilla. Larga carrera en persecución de jabalíes y ciervos los había cansado, y el sudor les caía de la frente.
Sólo una escasa minoría de la raza blanca se conservó pura y sin mezcla y subió como la espuma en virtud y en saber. Para ello, en el momento de la expulsión ordenada por Iao, tuvo la cautela de escabullirse en aquel valle recóndito, circundado de altísimos montes y de casi impenetrables desfiladeros. Tal fue el origen de la República de los mahatmas, según ellos mismos lo entendían y declaraban.
Entre las paredes de las rocas, los ángulos se redondean ligeramente en las vueltas repentinas; el agua, impotente para minar los asientos de las piedras, retrocede bruscamente; en los montes, sobre todo, donde la pendiente del cauce es muy considerable, el torrente encajonado por los desfiladeros, serpentea á uno y otro lado con ímpetus sucesivos, como animal perseguido que procura salirse de la puntería del cazador.
Así, la pequeña hebra líquida, apenas perceptible, se ha cambiado en arroyuelo, y más tarde en verdadero torrente. Con los nuevos barrancos tributarios aumenta el caudal de sus aguas, é impetuoso y alborotador, sale al fin de los desfiladeros del monte para correr más lentamente por el ancho valle dominado sólo por las redondeadas colinas.
Pasamos sin detenernos, entramos en las gargantas y pronto costeamos el Funza, que como el hilo de la virgen griega, nos guía por entre aquel laberinto de rocas, piedras sueltas ciclópeas, desfiladeros y riscos. El río Funza o Bogotá se forma en la sabana del mismo nombre de las vertientes de las montañas, y toma pronto caudal con la infinidad de afluentes que arrojan en él sus aguas.
A la belleza de las cimas y rebordes de todas clases, corresponde la de los huecos, arrugas, valles ó desfiladeros. Entre la cumbre de nuestra montaña y la punta más cercana, la cuesta baja mucho y deja un paso bastante cómodo entre las opuestas vertientes. En esta depresión de la arista empieza el primer surco del valle serpentino abierto entre ambos montes.
Cuanto Hullin ordenó llevose a cabo; los desfiladeros de la Aduana y del Sarre se fortificaron con solidez; el de Blanru, que se hallaba a un extremo de la posición, fue puesto en condiciones de defensa por el propio Juan Claudio y los trescientos hombres que constituían su fuerza principal.
Pasados el puerto y los desfiladeros inmediatos, y rezada en la ermita del otro lado de la vadera la Salve de costumbre, logré ver a la luz del sol de media tarde, el resto del camino hasta Tablanca, por el que siempre había pasado de noche; el cual no me pareció tan profundo ni tan peligroso como yo le había imaginado entre tinieblas.
Palabra del Dia
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