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Materne prometió vigilar el desfiladero de la Aduana con sus dos hijos, Kasper y Frantz, y contestar a la primera señal que le hicieran desde el Falkenstein. Al día siguiente, Juan Claudio marchó a Dagsburg, muy temprano, para ponerse de acuerdo con su amigo Labarbe, el leñador.

Como el agua que se ensancha ó se estrecha, según la forma de su cauce, así el hielo se adapta á las dimensiones del barranco que lo encierra; sabe amoldarse exactamente á la roca, así en la hoya vasta cuyas paredes se apartan á ambos lados, como en el angosto desfiladero cuyo paso casi completamente se le cierra.

En la pared de un desfiladero que visitaba yo con frecuencia, había una de esas fortalezas ocultas. Con gran trabajo pude llegar á la entrada agarrándome á las asperezas de la roca y á algunas ramas de boj que habían arraigado en las hendiduras. Mucho más difícil hubiera sido escalarla para los asaltantes.

Dadas las disposiciones mas precisas en el pueblo de Quiquijana para su seguridad y arreglo, continuó nuestro ejército las marchas sin intermision de dias, y al llegar al primer campamento se presentaron los enemigos ocupando las próximas montañas, en cuya falta habian colocado un cañon, y prevenido en las cumbres muchas piedras grandes y pesadas, á que dán el nombre de galgas, con el fin de arrojarlas y despeñarlas para ofender á los nuestros en un estrechísimo desfiladero inevitable, contiguo á un rio caudaloso, que se habia de vadear precisamente.

Al retirarse de una de sus campañas, en que habia cogido un inmenso botin, tenia que pasar Almanzor con su ejército por un angosto desfiladero, entre dos montañas que encontró defendidas por numerosas bandas cristianas.

Al volver un recodo del desfiladero se encuentra la union de las estrechas gargantas ú hoyas del Agua-Negra y del Trient, riachuelo que desciende del extremo setentrional de los nevados que forman la cadena del Monte-Blanco. La Saboya ha terminado, y el país suizo, lleno de encanto y majestad, desarrolla sus contrastes de ricos y complicados valles y montañas colosales y abruptas.

En la Villa del Río Quinto encuentra al valiente Pringles, aquel soldado de la guerra de la Independencia que, cercado por los españoles en un desfiladero, se lanza al mar en su caballo, y entre el ruido de las olas que se estrellan contra la ribera, hace resonar el formidable grito: ¡Viva la patria!

Seguían obstruyendo el fondo de la quebrada, pero en muchos sitios estaban desconocidas porque las cubrían restos negruzcos, mezclados con lodo. Las rocas pizarrosas que dominaban el alfoz parecían convertidas en una especie de pasta y se derrumbaban en anchas hojas. El negro fondo que se filtraba por las paredes del desfiladero se hundía con sordo chapoteo en la nieve medio líquida.

Nada más extraño durante la noche que ver el espectáculo de esos grandes monstruos tendidos y reflejando luz por los rayos de la luna. Una mañana, todos los maderos bajados del monte, se han agrupado sobre la piedra del desfiladero, al lado de la barricada que contiene las aguas del lago, y sobre la cual cae el agua sobrante en débil cascada.

Estremecíame el sonido de una voz humana ó de unos pasos: pero, cuando seguía solitario mi camino, oía con placer melancólico el canto de los pájaros, el murmullo de los ríos y los mil rumores que surgen de los grandes bosques. Al fin, recorriendo siempre al azar caminos y senderos, llegué á la entrada del primer desfiladero de la montaña.