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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Vivían en la salida de los hermosos valles que descendían de Palmira, el «techo del mundo», sabían utilizar todos los torrentes de agua clara dividiéndolos en numerosos canales, transformando así en fértiles huertas sus áridas tierras, y si invocaban á las fuentes, si las ofrecían sacrificios, no era sólo porque el agua fertilizaba sus campos y hacía crecer sus árboles y calmaba la sed de ellos y sus ganados, sino también, según decían, porque el agua purifica á los hombres, equilibra las pasiones y calma los «deseos desmedidos». El agua era quien les evitaba los odios y furias insensatos de sus vecinos, los semitas del desierto, y ella era quien les había salvado de la vida errante fecundando sus campos y alimentando sus cultivos; á ella debían el haber podido fijar la primera piedra del hogar, y luego, la población y la ciudad, ensanchando así el círculo de sus sentimientos y sus ideas.

Descendían los murciélagos, y con sus alas hacían caer tierra de los agujeros del embovedado. Chillaban entre las columnas, como si revoloteasen en un bosque de piedra. En su ciego impulso, chocaban con las cuerdas de las lámparas o hacían bambolearse los capelos rojos con borlas polvorientas y deshilachadas que pendían a gran altura sobre las tumbas de los cardenales.

Salomón Macey, viejecito todavía fuerte, con copiosos cabellos blancos que le descendían casi hasta los hombros, se adelantó hacia el sitio designado. Hizo una profunda reverencia sin dejar de tocar como para hacer comprender que tenía respeto a la reunión pero que respetaba aún más la música.

Al siguiente día los náufragos del junco dejaban la aldea de Uri-Utanate, y descendían la corriente del río Durga en una de las mayores y mejor provistas embarcaciones de aquellos naturales. El hijo del jefe y doce de los más hábiles marinos indígenas les acompañaban para defenderlos de los piratas de la costa y guiarlos hasta las islas Arrú.

Profesores de Universidad descendían a ser maestros de aldea; la gran mayoría de los preceptores rústicos recibían la cesantía y un pedazo de tierra inculta para que la arasen, dando así natural expansión a sus verdaderas facultades.

Los primeros trenes de la mañana habían trasladado á Bilbao mayores cargamentos humanos, viendo su llegada con cierta alarma las gentes de la villa. No todos iban al mitin. Descendían también de los vagones aldeanos con gruesos garrotes, escoltando á los curas de su anteiglesia. Estos grupos rurales llegaban para la gran romería que subiría por la tarde al santuario de Begoña.

En este punto se encontraba antes el dique que contenía las olas del lago. Durante las grandes lluvias, esta muralla retenía las aguas crecientes, las obligaba á extenderse hacia arriba hasta los estribos de las colinas, y, lentamente, salvando la valla inferior, descendían por la llanura, saltando de cascada en cascada.

El tiempo se les puso muy malo, y en todo el trayecto hasta Barcelona no cesó de llover. Arrimados marido y mujer a la ventanilla, miraban la lluvia, aquella cortina de menudas líneas oblicuas que descendían del Cielo sin acabar de descender. Cuando el tren paraba, se sentía el gotear del agua que los techos de los coches arrojaban sobre los estribos.

Y D. Joaquín contestaba que los Vargas Machucas, en efecto, descendían también de Güesto Ansures, si bien la rama principal y legítima era la de los Figueredos, mientras que los Vargas Machucas eran una rama secundaria, y en su sentir, bastarda, ya que, según D. Joaquín había oído explicar a una persona muy docta en la ciencia del blasón, a la que aplicaba como auxiliar la ciencia etimológica, Vargas o Bargas, que es como debiera escribirse, es una contracción de los vocablos Barragana y Barragania.

Aquella Virgen solitaria, de mejillas y pies rosados, de ojos cándidos y piadosos, recibiendo como única adoración el triste chisporroteo de la lámpara, infundía en el alma tierna y amorosa devoción. El silencio era grande. Las sombras descendían del techo por intervalos y cubrían con tupido manto alternativamente el altar, el confesonario, la Virgen y el pavimento.

Palabra del Dia

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