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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Descendían por una vereda escalonada. Pronto llegaron a la concavidad formada por la explotación minera. Dejando la verde zona vegetal, habían entrado bruscamente en la zona geológica, zanja enorme, cuyas paredes, labradas por el barreno y el pico, mostraban una interesante estratificación, cuyas diversas capas ofrecían en el corte los más variados tonos y los materiales más diversos.
Te vi un punto; era una noche de julio, noche tibia y perfumada, noche diáfana, de la Luna plena y límpida, límpida como tu alma, descendían sobre el parque adormecido gráciles velos de plata; ni una ráfaga el infinito silencio y la quietud perturbaban; en el parque evaporaban las rosas los perfumes de sus almas, para que los recogieras en aquella noche mágica; para que tú lo aspiraras su último aliento exhalaban, como en una muerte extática; y era una selva encantada, y era una noche de ensueños y claridades fantásticas!
Eran mujeres que traían carbón a bordo, trepando sobre una plancha inclinada las que venían cargadas, mientras las que habían depositado su carga, descendían por otra tabla contigua, haciendo el efecto de esas interminables filas de hormigas que se cruzan en silencio. Pero aquí todas cantaban el mismo canto plañidero, áspero, de melodía entrecortada.
Los soldados; los personajes universitarios, mudos hasta entonces, pero que se habían ocupado en adormecerle y registrarle; los empleados, los obreros, todos los que se movían dando órdenes ó trabajando en torno de él, llevaban pantalones y eran mujeres. Edwin vió que de un automóvil en forma de clavel que acababa de llegar descendían unas figuras con largas túnicas blancas y velos en la cabeza.
En pocos minutos el junco, que navegaba ahora con gran velocidad, pues se había levantado un recio brisote del Oeste, dobló la punta peñascosa que el Capitán había indicado, y entró en una gran bahía rodeada de escollos coralíferos, y cuyas márgenes descendían dulcemente hasta el mar. ¿Es aquí? preguntaron los dos jóvenes.
Marcos Divès y Piorette, testigos de aquel golpe de audacia, descendían atravesando los pinares, para cortar la retirada al general enemigo; pero no pudieron conseguirlo.
Las diversas cubiertas del trasatlántico descendían como peldaños, para volver a remontarse en el extremo opuesto, donde formaban el castillo de proa.
Por la doble escalinata de la basílica subían y descendían mujeres vestidas de blanco, con un temblor de tocas que les daba de lejos el aspecto de palomas aleteantes. Eran enfermeras, damas de la Caridad guiando los pasos de los heridos. Desnoyers creyó reconocer á Margarita en cada una de ellas. Pero la desilusión que seguía á tales descubrimientos le hizo dudar del éxito de su viaje.
Palabra del Dia
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