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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Todavía, sujeto por Mario, Carlota, D.ª Carolina y la criada, gritaba como un energúmeno, los ojos inyectados, el semblante descompuesto: ¡No se casará usted con mi hija, no! ¡Yo lo impediré aunque sea a costa de mi sangre!... En mi casa no atacará nadie impunemente la ley de la selección... ¡Vergüenza había de darle, con los caracteres orgánicos que usted presenta, intentar un matrimonio que ha de ser funesto para la raza!... Yo no quiero una descendencia degradada... ¿Lo oye usted bien?... ¡No la quiero!
Los bárbaros decían: «Nada de hijas ante los hijos,» lo que no es justo añadí con convicción. Eso es un detalle dijo el cura en tono doctoral. ¿Y qué pasó después de la conquista? Una cosa muy sencilla, señor cura. Los dueños del suelo, en plena y legítima posesión de sus bienes, no tuvieron más que un deseo, asegurar la conservación de esos bienes en toda su integridad a una descendencia única.
Si lo vuelven á repetir, los corro á rebencazos... ¡Insultar así á un grande hombre! Esta descendencia rubia la toleraba, pero sin permitirle ninguna intimidad. Desnoyers y su esposa tomaban la defensa de sus sobrinos, tachándole de injusto. Y para desahogar los comentarios de su antipatía buscaba á Celedonio, el mejor de los oyentes, pues contestaba á todo: «Sí, patrón.» «Así será, patrón.»
La anécdota, contada por Zurita, es la siguiente: «Los habitantes de Montpellier, ciudad que había pasado al dominio de D. Pedro II de Aragón, por su casamiento con la condesa María, estaban afligidos de la indiferencia que el Rey mostraba á su esposa, viendo que de este modo se frustraban sus esperanzas de tener descendencia de esta señora.
No digo yo por diez millones; pero por diez mil ochavos venderían ustedes al Rey, y toda su descendencia; ladrones infames, tíos de Judas». En fin, que si no acierta a pasar el coronel Goiri, que me quería mucho, y me coge a la fuerza y me arranca de allí y me lleva a mi casa, aquella tarde sale el redaño de un cura a ver la puesta del sol.
La ejercitación de las células psíquicas de la corteza cerebral en las generaciones sucesivas, produce un aumento subjetivo del número y un ensanche del manto que las contiene, por medio de repliegues o circunvoluciones, generalmente transmisibles en germen de posibilidades a la descendencia, y un ensanche objetivo en las construcciones, los instrumentos, los métodos, las ideas, las leyes y las costumbres, que constituyen el medio ambiente y punto de partida, igual o diferente, en que se desenvuelven los individuos y las generaciones posteriores, forma en que la inteligencia humana es exportable y en gran parte accesible a los ignorantes y a los pobres de espíritu, siendo, además la propiedad colectiva de las ideas el paliativo principal de la propiedad individual de las cosas.
»A ti Herve Juan Joselyn, señor de Porhoet Gaél, Conde de Torrenueva, etc., que me has seguido en mis reinos y servido con una fidelidad ejemplar, prometo, por favor especial, que en caso de extinción de tu descendencia directa y legítima, los bienes de tu casa volverán, aun con detrimento de los derechos de mi corona, á los descendientes directos y legítimos de la rama francesa de los Porhoet-Gaél, mientras ella exista, y hago este compromiso, por mí y mis sucesores sobre mi fe y palabra de rey.
Recuerdo haber sido severo para los demás a una edad en que consideraba que debía serlo mucho para conmigo mismo. Cada generación, más incierta, que sigue a generaciones ya fatigadas, cada gran talento que muere sin descendencia, son señales en que se reconoce, dicen, un rebajamiento en la temperatura moral de un país.
Si al juicio que de Fernando V hace su contemporáneo el primero de los maestros políticos de la ciencia del gobernar despues de Cornelio Tácito, juntamos las malas acciones que este rei ejercitó en daño de los pueblos de España, á que se allega su casamiento en pos de la muerte de su primera esposa doña Isabel con la reina Germana para tener de ella descendencia, i que se quedasen en una corona los reinos de Castilla i Aragon, se verá que no fué tan grande este monarca como algunos, fiándose de escritores dominados por la adulacion i el miedo, han asegurado inconsideradamente i contra toda razon i justicia.
Usurpar para el fruto de mis entrañas la hacienda que no le pertenecía y además un nombre cualquiera. ¿Quién sabe si un nombre ilustre y glorioso, si un título histórico me hubieran seducido y me hubieran hecho faltar? ¿Pero cómo había de seducirme que lo que iba a nacer se apellidase Figueredo a secas, a pesar de la supuesta descendencia de Güesto Ansures de que yo misma me había burlado?
Palabra del Dia
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