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Alegrósele el alma con la vista del atajo, que a su derecha se columbraba, estrecho y pendiente, entre un doble vallado de piedra, límite de dos montes. Bajaba fiándose en la maña del jaco para evitar tropezones, cuando divisó casi al alcance de su mano algo que le hizo estremecerse: una cruz de madera, pintada de negro con filetes blancos, medio caída ya sobre el murallón que la sustentaba.

El influjo perjudicial que ejerció ese lujo escénico en el público y en los actores, fué, sin duda, incalculable, por acostumbrarse el primero á un espectáculo poco dramático, que apartaba la atención de los elementos esenciales del arte, y corrompía á los últimos hasta el punto de que no se propusiesen representar sus papeles en sus rasgos más esenciales, en su carácter, por decirlo así, espiritual, sino sólo para producir un efecto puramente externo, fiándose de los brillantes accesorios que aligeraban su trabajo y encubrían también sus faltas.

Si al juicio que de Fernando V hace su contemporáneo el primero de los maestros políticos de la ciencia del gobernar despues de Cornelio Tácito, juntamos las malas acciones que este rei ejercitó en daño de los pueblos de España, á que se allega su casamiento en pos de la muerte de su primera esposa doña Isabel con la reina Germana para tener de ella descendencia, i que se quedasen en una corona los reinos de Castilla i Aragon, se verá que no fué tan grande este monarca como algunos, fiándose de escritores dominados por la adulacion i el miedo, han asegurado inconsideradamente i contra toda razon i justicia.

Ya se sabía que él no tenía un cuarto, ni de dónde le viniera, y que D. Benito el Mayor había prestado fiándose del capital de Emma; más era; el mismo Bonifacio reconocía que en su fuero interno siempre había pensado en pagar con dinero de su mujer, aunque le asustaba pensar en el cómo y cuándo. Por este lado no era robar lo que quería hacer.

Habían de ir al monte los cristianos del pueblo de San Juan Bautista á hacer provisión de carne, pero por no haberse concluído la fábrica de la iglesia se quedaron trabajando por acabarla de fabricar con toda perfección, fiándose de Dios que los proveería como de hecho sucedió, porque de allí á poco salieron del bosque muchos jabalíes en tropas; y para que claramente se conociese que era cosa de Dios, se pararon junto á la Reducción, para que la gente pudiese á su salvo matar los que eran suficientes para socorrer á su necesidad.

No fiándose de nadie, y mucho menos de su doncella, a costa de imponderables indagaciones y pesquisas adquirió una niñera por el estilo de la que ella había tenido, y a esta niñera encomendó el cuidado incesante de su hija. Ambas habían de vivir en casa, apartadas de todo trato y comercio con la servidumbre de ella, y de todo roce con el ceremonial mundano que en ella se seguía.

Llegó un instante en que no tuvo un solo ochavo en el bolsillo. Nada dijo. Aquel día no fumó; al día siguiente tampoco. Su mujer lo observó al cabo y le preguntó la causa. No estaba bien del estómago, le repugnaba el cigarro. Pero ella, no fiándose, le registró los bolsillos cuando se hubo dormido y los halló vacíos. ¡Pobre Mario! Lloró en silencio largo rato.