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He venido yo en persona para tranquilizarle... No se apure usted, pues, que la detención no tiene importancia, y véngase conmigo. De este modo y a esta hora nadie se enterará. ¿Una denuncia?... ¿De qué me acusan? Al parecer es el asunto de la escapatoria de la chica de Osuna... No se asuste usted. No me asusto, señor juez.

Era el azul luminoso de donde habían surgido los primeros dioses deshonrado por la mancha aceitosa que denuncia un asesinato en masa; las costas rosadas, cuyas espumas fabricaron á Venus, recibiendo racimos de cadáveres empujados por las olas; las alas de gaviota de las barcas de pesca huyendo amedrentadas ante el gris tiburón de acero; su familia y sus convecinos aterrados al despertar frente al cementerio flotante arrastrado por la noche hasta sus puertas.

Buscaba una elegancia personal; quería ser un señor distinguido, pero que denuncia en su modo de llevar la ropa á un hombre acostumbrado al uniforme: algo así como el aire de un mariscal napoleónico obligado á vestir el frac. Su cabeza fué objeto igualmente de grandes retoques.

Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el extendimiento denuncia la obra de sus manos. 4 En toda la tierra salió su hilo, y al cabo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol. 5 Y él, como un novio que sale de su tálamo; se alegra, como un gigante, para correr el camino.

Expiraba. ¿Por qué se habrá matado? No lo . ¿Qué dijo el Príncipe? Lloró. ¿Cuántas veces ha venido usted a esta casa? Dos o tres veces. ¿No desagradaban a la difunta esas visitas de usted? No . ¿Conoce usted a Vérod? No quién será. La persona que denuncia el asesinato. No lo conozco. El juez cesó de interrogarla. La ignorancia de usted es demasiado grande.

Hace un momento me han entregado otra en caracteres de imprenta, que se expresa con más claridad: «Un amigo, que se interesa por usted, se cree en el deber de advertirle que está usted burlado por una coqueta. Al buen entendedor...» La denuncia es tan formal como cobarde. Esos bajos ataques no merecen más que desprecios y he echado al fuego los dos papeles infames...

Súbitamente tranquilizada, la bestia se irguió. Era un hombre, un viejo. Otras larvas humanas fueron surgiendo al conjuro de sus gritos, pobres seres que habían renunciado á la verticalidad, que denuncia desde lejos, y envidiaban á los organismos inferiores su deslizamiento por el polvo, su prontitud para escurrirse en las entrañas de la tierra.

Se dieron la mano, y el juez de primera instancia, que era hombre de unos cuarenta años, de fisonomía abierta y simpática, se arrimó a la barandilla del corredor y puso las manos sobre ella. Se extrañará usted dijo con afectada indiferencia de verme por aquí a estas horas... ¡Phs!... Hay en el juzgado una denuncia... Nada... Supongo que será nada entre dos platos.

La Inquisición tomó en cuenta la denuncia, y haciendo sus averiguaciones, echó mano á la mujer de los hechizos con la intención de poner coto á sus habilidades. Pero fué lo gracioso que, de tal manera se las arregló la bruja, que dejó por embustera y falsa á la denunciadora, que no pudo por su mal probarle nada de lo que contra ella había denunciado.

Por engañar mas al rey, le hizo Cador una falsa denuncia contra nosotros dos, fingiendo que llevábais vos el camino de la India, y yo el de Menfis; y enviáron gente en nuestro seguimiento. No me conocian los mensageros que fuéron en busca riña, porque casi nunca habia mostrado mi semblante, como no fuese á vos, delante de mi marido y por órden suya.