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La seguridad de vida y bienes y la libertad de pensamiento y de acción, que son la materia de las ciencias políticas, asuntos completamente extraños a la teología y bases esenciales de la prosperidad de los pueblos, sólo podían provenir de aquellos principios políticos que germinaban en la Gran Bretaña cuando César conquistaba las Galias, y que en su natural desenvolvimiento han llegado a crear el gobierno del pueblo por sus propios representantes, contra el principio cristiano del gobierno de los hombres por los delegados y representantes de Dios, que fue regla en la Edad Media y en la primera parte de la época moderna.

Con la transferencia operada por Constantino, de la protección imperial y de las rentas y bienes del antiguo culto oficial al nuevo, la iglesia llegó a ser un poder político, y como estaba organizada en el plan del pastor y el rebaño, que es decir, en manera más opuesta a la autonomía moral del individuo, la libertad quedó aplastada bajo dos lápidas, y el problema de las instituciones libres para el libre desenvolvimiento de la personalidad, desapareció de la escena en que se trataba sólo de "apacentar a las ovejas del Señor", a gusto y beneficio del propietario por sus delegados y representantes, los obispos y los príncipes, sólo responsables ante él, y por ende omnipotentes e irresponsables ante la majada humana.

Eran las horas meridianas, las horas de calor, cuando salieron desempedrando las calles de Marineda carruajes en que iban las comisiones del partido a esperar a los delegados de Cantabrialta.

Los obispos y los curas, como delegados del reino de los cielos para dirigir las almas, atar y desatar desde aquí para allá, para absolver y condenar, exigir contribuciones y consumirlas, administrar la gracia y la ira divinas, imponiendo penitencias y excomuniones o concediendo indulgencias; el príncipe y sus lugartenientes y delegados para las mismas funciones en lo concerniente a los asuntos de la tierra.

Este es el «mal nuevo» a que aludía nuestro amigo, que por pasarse de honrado, ya no tiene mesnadas con que servir bajo el pendón de los modernos señores, esos que mandan en las nubes negras que son sus delegados omnipotentes y hacen mangas y capirotes, en propio beneficio, de las leyes sin vigor y del esquilmado suelo de la patria.

En primer término asomaron las cabezas los recién venidos, y al punto calló la música y se oyeron vivas a los delegados, a Cantabria, dominando el clamoreo una voz aguardentosa que desde la esquina repetía incansable «¡Viva la honradez!». Una mujer se adelantó, y entrando en el círculo de luces, gritó con voz fresca y potente: ¡Que brinden a la salud del pueblo!... ¡Que brinden!...

Fue entonces elegido a este propósito el duque de Aosta, y encargáronse de ofrecerle la corona, como delegados de la secta, el general Prim y don Manuel Ruiz Zorrilla, nombrado más tarde Gran Oriente honorario del Supremo Consejo de España.

Sois como delegados del Sumo Repartidor de bienes, para que de lo vuestro deis una parte a los que nada tienen. »Que no se conozca nunca que has sido pobre, pues si descubres por entre tus sedas el paño burdo de tus primeros años, habrá tontos que se rían de ti. Instrúyete bien en las cosas que no has podido aprender en la pobreza. eres lista y harás grandes progresos.

Era aquel drama el mismo que ella había soñado en otro tiempo, cuando llegaron a Marineda los delegados de Cantabria, de cuyos riesgos y aventuras tanto deseara ser partícipe.

A su derecha tenía al presidente del Círculo y a su izquierda al orador de tenebrosa faz, el que, según Amparo, «echaba términos» difíciles de entender. Seguían los demás delegados por orden de respetabilidad, alternando con individuos de la Junta, de la Prensa, del partido.