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Actualizado: 24 de julio de 2025
¡Ah! ¡vuecencia diría eso! pues bien; yo puedo decir, yo puedo probar para acreditar de falsa vuestra acusación, que vos vendéis al rey y al reino. ¡Yo! Sí, vos. Y lo declararían sin saberlo los duques de Bukingam y de Seimur; lo declararían sin saberlo vuestros satélites, delegados por vos para sangrar al reino, por medio de cartas que puedan presentarse al rey.
Tomó el viejo la ofrenda y la pasó al presidente, que se quedó con ella muy empuñada y sin saber qué hacer. Confusas las compañeras de Amparo por el silencio repentino, miraban de reojo hacia todas partes, maravillándose del esplendor de la mesa y algo sorprendidas de que el banquete republicano fuese cosa de tanto orden y de que los delegados comiesen en vez de salvar la patria.
En tal estado las cosas, no era de extrañar que mi madre creyera suspendida sobre la cabeza de su esposo el hacha del verdugo. Algunas veces tuvo la idea de arrojarse a los pies de los delegados de la Convención y pedirles la libertad de mi padre.
Pero tales acuerdos, apesar del buen celo que el Asistente y sus delegados tuvieran, no fueron bien cumplidos ni mucho menos como se ordenaba, y lo del alumbrado público vino á quedar como antes durante diez años poco más ó menos, aun habiéndose repetido los bandos en 1761 y 1766.
De este modo quedó legitimado el principio que invocó Tupac-Amaru para mejorar la suerte de los indios, que hallaron despues en sus Delegados, administradores mas responsables, y por consiguiente mas íntegros que los Corregidores.
No se vive impunemente durante tres siglos en marital contacto con la Inquisición, ejerciendo el poder como simples delegados del Papa, bajo las inspiraciones de obispos, jesuítas, confesores y órdenes monásticas, que sólo dejaron a la monarquía española su apariencia de poder, haciendo de ella una aplastante república teocrática.
Cuando los obreros supieron que a Gasparón se le habían pagado dos días y medio, corrió sobre sus tugurios y agitó sus cabezas viento de tempestad. La iniquidad llamó a la ira. Reuniéronse los delegados de los grupos, hubo Junta una noche en la trastaberna del Francés, y para completo conocimiento del caso, se citó también al pobre manco.
Cada cual alegaba sus razones, tratando de quimera el ajeno parecer; la discusión se hacía general; intervenían en ella periodistas y delegados desde los más remotos extremos de la mesa; alguien brindaba sin ser oído; personas de voz escasa exclamaban en tono suplicante: «Pero oigan ustedes, señores... si ustedes oyesen una palabra...». Era en balde.
Tribuna del pueblo El Círculo Rojo echa el resto; no se habla en Marineda sino del banquete que ofrece a los delegados de Cantrabria y Cantabrialta.
Palabra del Dia
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