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Actualizado: 6 de junio de 2025
A mi costa lo he aprendido, porque después de haber escrito la comedia titulada De un agravio tres venganzas, celebrada de mis contemporáneos y alabada por el Apolo de la tierra, por el gran Felipe IV, dejéme arrastrar de las influencias de mis competidores y asociarme con otros dos poetas para escribir otra comedia, por la cual he perdido la fama anterior, justamente ganada.
Encontrola en estas palabras: «Usted me es muy antipático. Déjeme usted en paz. ¡Y tiene el atrevimiento de despedirme! exclamó Botín con sarcasmo . Usted que estaba muerta de miseria cuando yo...». Isidora sentía que venían llamas a su lengua. No pudo contenerse, y abrasó a Botín con estas palabras: «Su dinero de usted no basta a pagarme... Valgo yo infinitamente más...».
Elena rió de sus temores, y hubo en su risa cierto desprecio, no pudiendo comprender tal pusilanimidad en un hombre fuerte. Déjeme que tenga mi corte. Necesito estar rodeada de admiradores, como les ocurre á los grandes artistas vanidosos. ¿Qué sería de mí si me faltase el placer de la coquetería?... Luego añadió, frunciendo el ceño y con voz irritada: ¿Qué otra cosa puedo hacer aquí?
¡Vamos, vamos, poca broma, D. Andrés! exclamó ella riendo. Aquél persistió en sujetarla. ¡Que voy a tirar la herrada, déjeme usted! No obedeció. ¡Que la dejo caer sobre usted! En los movimientos que hizo para desasirse, la herrada se tambaleó y soltó buena parte de agua, que vino a dar sobre el rostro y cuello de la joven. Al sentir la frialdad, dejó escapar un grito. ¡Pobrecilla! ¿Te has mojado?
La mujer es aquí una esclava disfrazada: allí es donde es la reina. Eso es París ahora: el reinado de la mujer. Es preciso, Adelita, es preciso. Las mujeres más lindas de París son las sudamericanas. ¡Oh, no habría en París otra tan chispeante como ella!». Vea, Pedro interrumpió a este punto Ana, con aquella sonrisa suya que hacía más eficaces sus reproches , déjeme quieta a Adela.
¿Qué negocios? ¡Ah! Eso queda para nosotros. Vamos, déjeme usted pasar, pues quiero hablarle. Marcos está durmiendo. Pues hay que despertarle, porque el tiempo vuela. Y diciendo esto, Hullin se inclinó para entrar por la puerta y penetró en una pequeña cueva, cuya bóveda, en vez de ser redonda, era de forma irregular, surcada de hendeduras.
Volvió á aparecer la rosquilla, acompañada de estas graves palabras: «Les voy á dar los tres mil reales, y se los voy á dar ahora mismo... pero no es eso lo más gordo, sino que se los voy á dar sin intereses.... Qué tal, ¿es esto rasgo ó no es rasgo? D. Francisco exclamó Isidora con efusión, déjeme que le dé un abrazo.
Pero ¡gran Dios! qué hombre es usted, si no me cree... y si creyéndome persiste en sus designios de odio y de venganza... No, no, no dejará de hacer usted un llamado a su razón, a su justicia y a su lealtad... No quisiera herirle, Dios lo sabe... pero en un interior como el nuestro, en una situación como la mía... ¿qué quiere que una joven haga de su tiempo, de su corazón, de su pensamiento y de su vida?... Usted tiene sus queridas... déjeme siquiera mis amigos... y puede estar seguro de que tendrá que elegir entre los amigos confesados, y los amantes ocultos.
¡Por Dios! tía, déjeme usted, márchese, quiero estar solo; no tengo gana de oír sermones. Y se puso cara a la pared, rezongando.
Este, olvidando lo pasado y queriendo aprovechar la felicidad que se le ofrecía de pronto, abrazaba á la visitante, besándola en la nuca. ¡Luego... luego! suspiró ella . Ahora déjeme ver. Siento una curiosidad de niña.
Palabra del Dia
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