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Actualizado: 21 de junio de 2025
Lo que le obligaba a caminar así no era difícil de adivinar: tras él venía la fiera gruñendo y rezongando; y al asomar al boquerón, no me impidió el frío nervioso que corrió por todo mi cuerpo, estimar la exactitud con que Pito había calificado el lucir de los ojos de aquel animalazo: realmente centelleaban entre los mechones lanudos de sus cuencas, como las ascuas en la oscuridad.
Bajo la sombra de los ombúes de la caballeriza, se refugiaban los perros echados de lado, con las patas estiradas como para ahorrarse el calor de sus contactos, indiferentes a la presencia de las gallinas que buscando la misma sombra, se ubicaban junto a ellos, salpicándolos con la tierra que removían con las alas en procura de capas más frescas y sólo cuando algún idilio gallináceo molestaba demasiado a un perro, éste se levantaba resignadamente, daba algunos trancos, dirigía una mirada hacia el campo como pensando: ¡qué calor tendrán las vacas!, y se echaba de nuevo rezongando entre colmillos algún lamento perruno.
A ver si cuando salgas de esta, te sirve de escarmiento». Mauricia se volvió para Fortunata, que se había sentado junto a la cabecera; la miró mucho, sin decir nada; después clavó sus ojos en el techo, rezongando: «Sí... bien mala he sido, bien re-mala...». Y vuelta otra vez hacia su amiga, le dirigió estas palabras: «Oye tú, arrepiéntete... pero con tiempo, con tiempo.
Me parecería ya pesado el tema; pero eso mismo me demostraría la importancia que él le daba... Todo esto, dicho entre quejidos y pausas anhelantes, con voz apagada y sepulcral, a la luz extenuada del velón colocado sobre la cómoda, que sólo servía para extremar la palidez cadavérica del enfermo, entre olores de éter y romero, mientras seguían fluyendo las canales y rezongando el vendaval afuera, resultaba bien triste ciertamente.
Quedábase muy convencida después de sentar estas arrogantes afirmaciones, y la satisfacción le producía tal contento, que se ponía a cantar en voz baja, arrullando a su hijo; y cuando este se dormía, continuaba rezongando como la pájara en el nido. El gozo, algunas noches, no la dejaba dormir, y se pasaba largas horas jugando con su idea ya realizada, saltándola como Feijoo saltaba el bilboquet.
¡Por Dios! tía, déjeme usted, márchese, quiero estar solo; no tengo gana de oír sermones. Y se puso cara a la pared, rezongando.
Otros hervían en sus casas grandes pucheros de café al iniciarse la temporada de viajes, y llevaban con ellos el negro líquido en botellas, que hacían recalentar, para evitarse este gasto en los hoteles. Los individuos de ciertas cuadrillas pasaban hambre, rezongando en público de la avaricia de los maestros. Gallardo no estaba arrepentido de su vida fastuosa. ¿Y querían que renunciase a ella?...
El alcohol y las atroces caídas en el redondel le mantenían en perpetuo aturdimiento, como si la cabeza le zumbase, no permitiéndole mas que lentas palabras y una visión turbia de las cosas. Ordenó también al Nacional que fuese con ellos: uno más, y de discreción a toda prueba. El banderillero obedeció por subordinación, pero rezongando al saber que iba con ellos doña Sol.
Telva no quiso disturbarle el sueño, y la dejó a solas, rezongando: «Cuando despierte, ya se meterá en la cama. ¡Jesús con el señorío, y qué afición a los pantalones!...» Felicita despertó de madrugada. Por el balcón se efundía una claridad lívida e inanimada, como aurora de ultratumba. Las velas sobre la cómoda se habían consumido.
Palabra del Dia
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