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Actualizado: 4 de noviembre de 2025
Mas Pulidito, alargando el inexorable dedo indicador, cual si fuesen sus falanges elásticas, y agitándolo de arriba abajo con la fatal oscilación de un péndulo acompasado, exclamó con temeroso acento: ¿Lo ves, Pepe?... ¿Lo ves?... ¡Lo dije!... ¡Lo dije!... ¿Qué? replicó Butrón con el aire resignado de quien se prepara a recibir un importuno chubasco.
¿Y por qué no había de regocijarme? Es nuestro primo. ¿Y nada más? dije yo amenazándola con el dedo, como lo había visto hacer la víspera a papá. Entonces, de improviso, ella se puso muy grave y me dirigió con sus grandes ojos tristes una mirada tan llena de reproche, que sentí que la sangre me afluía, ardiente, al rostro.
Mientras tanto, el anciano, que parecía manejar las cartas con demasiado interés, estaba, lo vi, tratando de volverlas a arreglar él solo, colocando su dedo sobre una, luego sobre otra y después sobre una tercera, como si hubiera sabido el arreglo concreto de ellas, y leyendo para sí el registro.
1 Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos, 2 diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los fariseos. 4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover.
Quería yo decir repuso ella algo a rastras , que si esa venida no fuera más que... venir por venir... vamos, una venida como otra cualquiera... Ya estoy observó don Alejandro rascándose la coronilla con un dedo . Pero eso es volver adonde estábamos antes... Lo que yo necesito es que me expliques el algo especialísimo que trae consigo esa venida.
Y el cura, que aunque temblaba ante la idea de quemarse la yema del dedo chico, no por eso dejaba de admirar a Mucio Scévola, se exaltaba y afanaba para hacerme apreciar a su héroe. Sostengo lo que he dicho replicaba yo tranquilamente; no era más que un imbécil y un gran imbécil. El cura exclamaba sofocado: Muchas tonteras oyen los mortales, cuando los niños pretenden raciocinar.
¡Madre, madre, V. delira! exclamó Clara. No, no deliro respondió Doña Blanca. Y tú, necio añadió dirigiéndose al fraile, ¿eres ciego? ¿no la ves? y señalaba con el dedo á su hija. ¡Cómo se le parece! ¡Dios mío! ¡Cómo se le parece! Es un retrato suyo. ¡Apártate de mi vista, vivo testimonio de mi vergüenza!
¡No comprometernos! gimió con amargura la muchacha . ¡No comprometernos! ¿Pero tú te has figurado pronunció, reponiéndose y recobrando su impetuoso carácter que yo soy tonta? ¿Piensas que me puedes meter el dedo en la boca? ¿Qué compromiso ni qué... repelo, te viene a ti de todo esto? ¡La comprometida, la engañada y la perdida soy yo!
Ya la comedia es un mapa, Donde no un dedo distante Verás á Londres y á Roma, A Valladolid y á Gante. Muy poco importa al oyente, Que yo en un punto me pase Desde Alemania á Guinea, Sin del teatro mudarme. El pensamiento es ligero; Bien pueden acompañarme Con él, do quiera que fuere, Sin perderme ni cansarme.» Buen talle no le perdono, Si es que ha de hacer los galanes: No afectado en ademanes.
Su silueta destacábase sobre la blancura del sendero a la luz vagorosa de las estrellas. Tenía el revólver en la diestra, apretando nerviosamente la culata, acariciando el gatillo con un dedo febril, ansioso de disparar. ¡Ay! ¿no le seguiría alguien? ¿no aparecería el verro o cualquiera de los otros enemigos?... Transcurrió el tiempo sin que nadie se presentase.
Palabra del Dia
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