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Actualizado: 5 de julio de 2025


-Déjenme besar -respondió Sancho-, porque me parece vuesa merced el primer santo a la jineta que he visto en todos los días de mi vida. -No soy santo -respondió el hidalgo-, sino gran pecador; vos , hermano, que debéis de ser bueno, como vuestra simplicidad lo muestra.

¡No os conozco! exclamó el duque de Lerma escandalizado, avergonzado, porque nunca el duque de Lerma había prescindido de las formas ; vos no debéis ser mi hijo, no; si fuérais mi hijo no hubiérais hecho, y delante de vuestro padre, lo que acabáis de hacer. Doña Ana lloraba; el duque de Lerma se dirigió á la puerta.

Debéis haberla vuelto loca, don Juan; es la única mujer que conozco digna de vos, y me alegro... ¡oh, , me alegro!... Y la amo porque os ama y me alegraré de tener una ocasión en que demostrarla dignamente mi amor. ¡Oh! No os comprendo Dorotea... yo creía...

Debéis tener mucha confianza en que vuestro oficio de bufón os saque á salvo de todo dijo con una cólera mal reprimida doña Clara. Me habéis tomado ojeriza sin razón. No tengo más que una cosa que deciros: mirad cómo tomáis mi nombre en vuestros labios.

Puede ser... puede ser... , es verdad; que queréis... ¡soy tan infeliz! Y la pobre Dorotea se desplomó, lloró y se cubrió el rostro con las manos. ¿Y queréis que no tenga remordimientos? No los tengáis. ¡Os he hecho desgraciada, sin poderlo evitar!... ¿La amábais?... Debéis aborrecerla... y ella...

No puedo olvidarme... por ella misma... por vos. No os entiendo. No debéis venir á mi casa, os lo repito. ¡Ah! ¡vos os vengáis! Justo sería; pero no me vengo, no me puedo vengar. Me domináis, no me pertenezco, porque os pertenezco entera, porque soy lo que vos queréis que sea. ¡Dorotea! ¿conque pretendíais engañarme?

Lo que está hecho ya está hecho, y debéis sufrir los efectos de mi maldición. Mi palabra es sagrada; y si la retirase, me desconocería á mismo.... Pero ya que he venido á veros, no quiero irme sin dejar un recuerdo de mi visita.

Miró don Juan de una manera franca y valiente á Dorotea. Aquella mirada estuvo á punto de hacer llorar á la joven. ¡Ah, no; vos no podéis engañarme! dijo ésta , ya lo , y por eso confío en vos. Escuchadme, señora, y suceda lo que quiera; sabed todo lo que debéis saber: yo no soy sobrino de Francisco Martínez Montiño. ¡Ah! ¿No sois sobrino... del cocinero mayor de su majestad?

¿Pero de qué me avisáis? Os aviso de que... debéis mudar de amigos. ¡De amigos! Porque los que os fingen amistad, os venden. Hablad más claro. Don Rodrigo... ¡Herido!... ¡medio muerto!... A causa de sus traidores enredos. Creo que érais muy amiga suya, Dorotea, y aun algo más que amiga. Pues ahí veréis: cuando yo de repente me vuelvo en contra de don Rodrigo, algo debe de haber.

Quevedo, que había aprovechado aquella ocasión y había sido cruel con Montiño solamente por apartar un peligro de la reina, contestó: ¿Qué debéis hacer? separaros de Luisa. Decís bien. No os faltarán mujeres. Decís bien. Pero de repente, en una reacción del sentimiento, exclamó: ¡Y lo que nazca! Podéis contar que no es vuestro. La separaré de . Haréis bien. La enviaré á Navalcarnero.

Palabra del Dia

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