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Actualizado: 30 de abril de 2025
Cómo me recuerdas a tu pobre madre dijo la abuela, con voz temblorosa. Así estaba el día en que tu padre la solicitó... Y los dos te dan las gracias, abuela adorada, por la dicha que das a su hija... Así lo espero respondió la abuela mirando las fotografías de los muertos queridos... He hecho cuanto he podido para reemplazarlos contigo... ¿Lo he conseguido? Bien sabes que sí.
Señora murmuró la Nela yo no la aborrezco a usted, no... no la aborrezco.... Al contrario, la quiero mucho, la adoro. Diciéndolo, tomó el borde del vestido de Florentina, y llevándolo a sus secos labios lo besó ardientemente. ¿Y quién puede creer que me aborreces? dijo la de Penáguilas llena de confusión . Ya sé que me quieres. Pero me das miedo... levántate.
Tú lo has dicho, el amor sólo pasa una vez en la vida. Lo sé por cruel experiencia y he procurado olvidarlo. Para nosotros pasó ya, y es una locura pretender que nos busque de nuevo. Ese no retrocede nunca. Si le buscásemos, sólo a costa de esfuerzos encontraríamos su sombra. Le dejaste escapar; llora tu culpa como yo lloré tu torpeza... Además, tú no te das cuenta de la situación.
Chico: repetían ¡lograste lo que deseabas! Estás en la arena y junto al rio.... ¡Buen partido! Te cayó el premio... te casarás.... ¿Cuándo es la boda? ¿Cuándo nos das el gran día? Me indignaban aquellas burlas; pero rechazarlas enérgicamente habría sido una tontería. Hice risa de mi cólera; me burlé de mí, repitiendo los dichos del boticario, y así logré que se calmara la tempestad.
Pues pa que vea que me perdonas de veras, dame una bofetada. ¡O me la das o no me voy! ¡Una bofetada!... ¡Bueno estás tú! Ya sé lo que quieres, ladrón: toma y vete en seguía. Sacó por entre los hierros, echando atrás el cuerpo, una mano de suave almohadillado y graciosos hoyuelos. Rafael la cogió para acariciarla con arrobamiento.
¡No las harás tal, malvada! profirió Luis levantándose y abalanzándose a ella. Antes te ahogaré con mis manos. La valenciana se escapó hacia la puerta. ¡Si das un paso más, grito! ¡Oh, infame, infame! volvió a exclamar con voz profunda el conde. ¡Y Dios consiente sobre la tierra estos monstruos! Dio unos pasos atrás y se dejó caer nuevamente sobre el sofá.
Y aun desde la almohada siguió dirigiendo a su hija, con sus grandes ojos vidriados, la misma fija y aterradora mirada. ¡Madre de mi alma! gritó la niña abrazándose inmediatamente a ella . ¡No me mires así, por Dios!... ¡Mamita mía, no me mires así! ¡Ay, no me mires así!... ¡Ay por Dios, que me das miedo!... ¡Mamita, mamita!... ¡Ay, Dios mío! ¿Qué es esto?
El pulso está perfectamente tranquilo. Reposo, María, reposo. Te matas a fuerza de trabajo. Hace algún tiempo que tus nervios se irritan de un modo extraordinario. Tu sistema nervioso se resiente del impulso que das a los papeles. No tengo la menor inquietud, y así me voy a velar un enfermo grave.
¡A que no le das tu cama, Paquito! dijo Santiago, pasando a la alegría inmediatamente. ¡Si no quepe en ella, papá! En la sala hay otra muy grande, muy grande, muy grande... No quiero cama ahora, interrumpió Juan... ¡me encuentro tan bien aquí! ¿Te duele el estómago como antes? preguntó Manolita abrazándole y besándole.
FRAICHEROSE. ¡Bah! ¡Si te paras en detalles, no acabaremos nunca...! Si tú no me das el brillante esta noche, otro me lo dará mañana. Seguiremos siendo buenos amigos, y nada más. Y dejarás de ser el amado de mi corazón. RAÚL. ¿Adonde irás...? FRAICHEROSE. A ver al Nuncio de Su Santidad, que me ha dado una cita para confesarme. Después de esto, amor mío, me volveré a vestir y regresaré a casa.
Palabra del Dia
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