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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Pero después que ambas primas hubieron resuelto este punto, quedó otro más difícil: la cuestión del permiso. Doña Tula se negó a darlo. Gloria estaba haciendo en su casa una vida conventual. Desde que se descubrió el galanteo de Marmolejo, sobre todo, la tenían terriblemente sujeta.

, Torres le dijo pocos días antes que Refugio había cobrado en casa de Trujillo diez mil reales que su hermana le mandaba para poner el establecimiento. El tiempo ahogaba; la situación no admitía espera. Sin detenerse a meditar la conveniencia de aquel paso, se aventuró a darlo.

Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. El, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Por lo demás, que en el fondo de su conciencia se creía agudo, elocuente, sutil y travieso, ya lo sabemos. ¿Cómo dudar que fué el primero en comprender que nadie era más digno de ejercer el cargo que quería confiársele? Pero se guardó muy bien de darlo a conocer. Al contrario, hízose el pequeño y el indigno, y hasta pidió toda aquella noche para reflexionar.

Aténgome, pues, al texto de los Apuntes, confirmación exactísima de los rumores de la fama, y aun eso sólo he de darlo en extracto para llegar cuanto antes a la narración de otros sucesos harto más dignos de la atención de los lectores. Se cansó muy pronto de las fiestas caras y ruidosas que daba en su casa.

Hoy mismo, agobiado por la espantosa desgracia, en la calle, sin fortuna y sin crédito, sostenía que no, que la culpa no era de él, que la cosa había sucedido sin saber cómo, inopinadamente, por sorpresa o mala suerte, pero que estaba en lo cierto al asegurar que, lo que la Bolsa quita, la Bolsa vuelve a darlo. ¡Ay, Dios mío! ¡Dios mío! Gimió sin consuelo, largo rato.

Y así se estaba la persona, sin distraerse, sin descuidarse, viendo subir el humo del benjuí, y mirando la luz de los siete agujeros, hasta que a las doce... «¡A las doce! repitió Benina sobresaltada . ¡Y al dar las doce campanadas viene... sale, se me aparece!... El Rey de baixo terra: pedir lo que quierer, y darlo ti él.

Pensábamos darlo por concluído esta tarde. Mucho es, sin embargo. Llegaron cerca de los segadores, que la saludaron llevando las manos á los sombreros, boinas y monteras, que de todo había. La condesa pasó la vista por aquellos rostros atezados y cubiertos de sudor que sonreían rústicamente sin quitarla ojo. Mal día tenéis, amigos míos dijo movida á compasión por la fatiga que revelaban.

Era banquero muy rico, y parecía querer darlo a entender en su persona cargándola de oro y pedrería, de paños finísimos y de holandas impalpables; y además, caballero gran cruz de Carlos III, y capaz de pesar en oro al ministro que le diera el derecho de poner sobre el escudo de armas que ya usaba en sus tarjetas, siquiera la más modesta de las coronas nobiliarias.

Para el primer cargo se nombró al Juez mayor de policía, cuya obligación se reducía nada más que á construir teatro, adornarlo, iluminarlo y darlo listo: la magia quedó al cuidado de la experiencia del vacunadorcillo y el proporcionar comedia fué encargo que se hizo al Directorcillo, á quien por un favor especial se le agregó el maestro, sin duda para que en sus conocimientos de letras llevase la censura y corrección de la obra.

Palabra del Dia

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