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Mercaderes de Ofir, buhoneros de Damasco cruzaban a toda hora las puertas anchurosas, y ostentaban en competencia, ante las miradas del rey, las telas, las joyas, los perfumes. Junto a su trono reposaban los abrumados peregrinos.

Los oficiales que lo componían estaban sentados detrás de una larga mesa, vestida de damasco encarnado, debajo de un dosel de terciopelo que, en otro tiempo, cuando no estábamos en república, había servido para dar realce y prestigio al retrato del monarca. Se hallaban presididos por el gobernador militar, quien se había empeñado en llevar de un modo rápido y violento el asunto.

Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí te será dicho todo lo que te está señalado hacer. 13 viniendo a , y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella hora le miré. 14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conocieses su voluntad, y vieses a aquel Justo, y oyeses la voz de su boca.

Ahora la Puerta Nueva estaba lujosamente revestida con los paños del cabildo concejil, de terciopelo carmesí y amarillo, bordadas en medio las armas de la ciudad; al lado derecho habia un dosel de brocado, muy espacioso para que debajo de él pudiera situarse el rey á caballo á prestar su juramento de guardar á la ciudad sus preeminencias y libertades; habia tambien muchos tablados, ricamente guarnecidos, para las damas ansiosas de presenciar tan solemne acto; todas las calles de la carrera estaban colgadas vistosamente, y por último tenia preparados la ciudad seis castillos con grandes luminarias para despues de anochecer, á mas de las caprichosas iluminaciones de las casas particulares, muchas de las cuales debieron malograrse con el aguacero que descargó aquella noche misma desde las nueve en adelante . Salió la ciudad á recibir á Felipe II, vestidos los jurados de amarillo con ropones de terciopelo verde y vueltas de raso amarillo, los veinticuatros de blanco con ropas de terciopelo carmesí y vueltas como el vestido, sus maceros delante con ropas de damasco carmesí: todos cabalgando.

Citando al historiador Ibn Marzúk, predicador de gran fama, añade que la copia del Koran llamada Othmaní en Africa y Andalucía, es una de las cuatro copias que el Califa Othman envió á la Meka, á Bassorah, á Kuffah y á Damasco, y que se conservó en la referida mezquita cordobesa hasta un sábado 11 del mes de Xawal del año 556 de la Egira, en que fué robada segun era fama por orden de Abdulmumen Ibn Alí, que se la llevó á Africa, acompañándole en todas sus espediciones militares.

10 Había entonces un discípulo en Damasco llamado Ananías, al cual el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. 12 y ha visto en visión un varón llamado Ananías, que entra y le pone la mano encima, para que reciba la vista. 14 y aun aquí tiene facultad de los príncipes de los sacerdotes de prender a todos los que invocan tu Nombre.

Pero esta digresión nos aleja del bueno de Ayvaz. Llegó el primero al lugar de la cita, todavía encolerizado. ¡Con qué furor paseaba por la plaza de la aldea, esperando al enemigo! Ocultaba bajo sus vestidos dos formidable yataganes, de finísimas hojas de Damasco. ¿Qué digo de Damasco?

Es aquello un bazar oriental en que se ostentan tejidos de damasco, púrpura, oro y pedrerías en decoraciones caprichosas. El pueblo llena las calles, los jóvenes acuden a la novedad, las señoras hacen de la parroquia su paseo de la tarde.

Era la mas notable la Ruzafa, de que hemos hablado en el curso de esta descripcion, fundada por Abde-r-rahman I como recuerdo de la deliciosa casa de campo que su abuelo Hixem habia construido en Damasco.

El aposento, aunque reducido, era muy bello; estaba ricamente tapizado y alfombrado, tenía un ancho canapé ó sofá con almohadones de damasco y sillones de gran lujo, y al fondo había una puerta con cortinaje de seda. En medio se veía un brasero de plata con fuego.