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Tres o cuatro generaciones habían pasado por aquella salita de la calle del Carpio, modesta y aseada, con el pavimento de madera encerada, sillas de paja, sofá de damasco encarnado, cómoda de caoba atestada de chirimbolos, espejo con marco de carey y diversos cuadritos al pastel representando la historia de Romeo y Julieta. La tertulia de las de Meré era la más antigua de Lancia.

Las tres obras de escultura de que hemos hablado estaban ya expuestas al público el martes, no en las iglesias, sino en una inmensa sala baja entapizada de rojo damasco, adornada de cornucopias, flores y verdura, e iluminada por la noche con profusión de velas de cera.

Ocupaban los diputados el pavimento, la presidencia el presbiterio y los altares estaban cubiertos con cortinones de damasco, que los escondían, lo mismo que a las imágenes, de la vista del público, como objetos que no habían de tener aplicación por el momento. El arquitecto Prast, reformador del edificio, discurrió también sin duda que a los santos no les haría mucha gracia aquello.

Cubría las paredes rico damasco verde con el tono del mirto; los muebles, tapizados de brocatel algo más claro, eran de hechura antigua; la alfombra gruesa y casi blanca: del techo pendía una enorme araña de cristal con muchos colgajillos prismáticos y, bajo ella, sobre una mesita de mosaico, se veían varios libros ricamente encuadernados, reflejándose todo en grandes espejos con marcos de hojarasca dorada.

La sala, sin embargo, resplandecía como un ascua de oro, porque estaba iluminada con tres magníficos velones de Lucena de a cuatro mecheros cada uno y con algunas velas de cera que ardían en los candeleros de media docena de hermosas cornucopias, colgadas en las paredes sobre el rojo damasco que las tapizaba.

5 Y viniendo Siria, la de Damasco, en ayuda de Hadad-ezer rey de Soba, David hirió de los sirios veintidós mil varones. 6 Y puso David [guarnición] en Siria, la de Damasco, y los sirios fueron hechos siervos de David, trayéndole presentes; porque el SE

El alguacil del tribunal, que llevaba más de cincuenta años de lucha con esta tropa insolente y agresiva, colocaba á la sombra de la portada ojival las piezas de un sofá de viejo damasco, y tendía después una verja baja, cerrando el espacio de acera que había de servir de sala de audiencia.

Las paredes estaban acolchadas con damasco amarillo; las sillas eran doradas igual que una mesilla de centro y un armarito para colocar chucherías. Observábase en aquella estancia, perteneciente a una mujer, el mismo desorden que suelen presentar los cuartos de los estudiantes o militares. Diversas prendas de vestir, enaguas, corsé, medias, andaban esparcidas por las sillas.

Mas basta ya de generalidades: empecemos á describir los monumentos. Capítulo segundo. Catedral de Córdoba. Es ya sabido que Abd-el-rhaman, último resto de la familia de los Ommyadas, fué quien declaró la España independiente de los califas de Damasco.

La cama de palo santo con pabellón de brocatel de seda, cubierta por una colcha de damasco azul, un armarito de ébano con incrustaciones de marfil, que servía de escritorio al abrirse, una butaca confidente de raso azul, un tocador con espejo, forrado también de raso al igual que las paredes, un armario de espejo, de palo santo como la cama, y algunas sillas doradas.