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Mientras esto decía, doña Flora había traído luengas piezas de damasco amarillo y rojo y ayudada de su doncella empezó a cortar unas como dalmáticas o jubones a la antigua, que luego ribeteaban con galón de plata.

Turbaba con su pasión al músico y se sentía a su vez conmovida y transfigurada por el ambiente de fervor artístico que rodeaba al ilustre discípulo de Wagner. Las revelaciones de él, del Maestro, como decía con unción Hans Keller, fulguraban ante los ojos de la cantante, como el relámpago que transformó a Pablo en el camino de Damasco. Ahora veía claro.

En lo interior había muchas estampitas de cajas de fósforos pegadas con pan mascado a un biombo que hacía de pared, un hornillo de barro puesto sobre una banqueta de piano que conservaba restos de damasco amarillo, y un cofre sin tapa lleno de suelas de calzado que despedía un hedor insufrible.

Luego que llegaba S. M. á la puerta del Portillo, entraba bajo el palio á caballo, y se apeaban los jurados, Gobernador y Zalmedina. Todos iban con ropas de damasco carmesí, aforradas las mangas de las de los jurados y Zalmedina de tela de plata, y las de los ciudadanos, que llevaban las 12 varas del palio, de raso blanco.

Decapitaste á poco á Mohammad, tu nuevo rey; pero cuando habia entregado ya á Fernando III de Castilla la vecina Andújar y esa misma Baeza de que se habia hecho soberano, ¡Ay! ¡que se va acercando la hora de tu completa ruina! Ciudad de las ciudades musulmanas, Damasco del Occidente, segundo templo del Islam, vas á morir: el espíritu del Profeta va á abandonar para siempre tus mezquitas.

Sólo cuando rayaba el alba logró cerrar los ojos con un sueño inquieto y fatigoso. Á medianoche. AÚN no ha caído la última hoja de los árboles y ya arde el fuego en la chimenea. ¿Quién tendrá frío? El gabinete es rojo. Las espesas cortinas de damasco, que caen formando pliegues sobre la alfombra, no dejan paso á la claridad de la luna.

6 Puso [luego] David guarnición en Siria, la de Damasco, y fueron los Sirios siervos de David llevando presente. Y el SE

Caer los dos sobre la tierra empapada de sangre, como sobre un lecho de damasco rojo; besarla él, en los labios fríos, sin miedo a que nadie le estorbara; besarla y besarla hasta que el último soplo de vida fuese a perderse en la lívida boca de ella.

Les suplicó, después de agradecer la sorpresa de la visita, que la dejasen terminar aquel embrollo de números; y dama y clérigo se vieron solos en el salón sombrío, de damasco verde obscuro y de papel gris y oro. Ana se sentó en el sofá, el Magistral a su lado en un sillón.

5 como también el príncipe de los sacerdotes me es testigo, y todos los ancianos; de los cuales también tomando letras a los hermanos, iba a Damasco para traer presos a Jerusalén aun a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados. 6 Mas aconteció que yendo yo, y llegando cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;