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Actualizado: 21 de junio de 2025


Ya se ve; si yo tuviera en mi mano, como ella, todo el dinero de la nación, también lo haría. Pero déjese usted estar, que ya le ajustarán las cuentas. Dice un caballero que viene a casa, que ahora que se arma de veras».

Entre las agudezas del príncipe de Esquilache, cuentan que le dijo a un sujeto muy cerrado de mollera, que leía mucho y ningún fruto sacaba de la lectura: Déjese de libros, amigo, y persuádase que el huevo mientras más cocido, más duro. Esquilache, al regresar a España en 1622, fué muy considerado del nuevo monarca Felipe IV, y murió en 1658 en la coronada villa del oso y el madroño.

Llévate paja pa el ganao, porque allí no la hay. Sigún y conforme, dije yo. El Tizón es un perro. Como le la serenita por no andar, ya le puede usted alumbrar candela, que ¡ni pa Dios! Déjese usted de tizones y candelas, y diga lo que sepa del asunto interrumpió el presidente con voz irritada.

Yo, con tantos años a cuestas: yo, que en toda mi vida no he estado enamorado más que una vez... y por más señas que lo estuve de una buena moza, con quien me habría casado a no haberla sorprendido en chicoleos con el tambor mayor, que... Don Modesto, don Modesto gritó Rosa poniéndose erguida . Honre usted su nombre y mi estado y déjese de recuerdos amorosos.

Amigo: me dijo muy gestudo y mohino ya me cansé de esperar.... ¿Qué le ha pasado? ¿Por qué viene usted a esta hora? Recuerde usted que el deber es lo primero. Déjese usted los amoríos para los ratos de huelga.

Tenía sus dudas sobre el final del combate; el príncipe había disparado apuntando al suelo, y él no aceptaba que le perdonasen la vida. Joven dijo con autoridad don Marcos , usted es novel en estos asuntos. Déjese guiar por los que saben más, y dele la mano al príncipe. Inmediatamente fué en busca de Lubimoff. Lo vió en el mismo sitio. Había arrojado la pistola y se cubría la cara con las manos.

Del otro lado es roja y encendida, como Apolo, ígneo padre de la vida. ¡Oh terrible combate! Gozo o peno; ya miro al lado ardiente, ya al sereno; y mirando a tu rostro, noche y día, pasan las horas de la vida mía. Señor Apolonio, déjese de coplas. Cuando me habla así es que quiere pedirme algo; lo por experiencia. Dígame lo que le ocurre como Dios manda.

Déjese usted de versos, don Federico, y tóqueme usted el Nocturno de Weber cuyas palabras son: «¡Escucha, escucha, amada mía! ¡Se oye el canto del ruiseñor; en cada rama, florece una flor; antes que aquel calle y estas se ajen, escucha, escucha, amada mía!» ¡Los terminachos que ha aprendido esa Gaviota! murmuraba Momo , y que le sientan como confites a un ajo molinero.

Métase en su rincón, a la vera del pisa-hormigas, y déjese de historias... No vaya más a casa de Sobrino y créame. Es mucho Madrid este. No se fíe de los cariñitos de la Tellería, que es muy ladina y muy cuca». Rosalía daba cabezadas de aquiescencia.

Déjese usted de que pueda o no pueda ser. Ese uno, esa excepción de su hastío es el primero, ese tal D. Juanito. No necesita usted confirmarlo. Me estas historias al dedillo. ¿No ve usted, hija mía, que he sido confesor de las Arrepentidas de Toledo durante cinco años largos de talle? Pero no puede ser. Está casado, es muy feliz, y no se acuerda de .

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