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Actualizado: 10 de junio de 2025
El más cercano le tenía á su lado en público; salió con él por el camino al marchar hacia la Fere, y dejándole en Chauny encomendó mucho á Villeroy cuidase de su persona, acompañándole cuando hubiera de ir á San Quintín, «porque no podía pasarse sin su compañía.» Todo esto era altamente honorífico sin duda; mas no lo que esperaba el Sr.
San Juan ha crecido en población a causa de los progresos de la agricultura y de la emigración de La Rioja y San Luis, que huye del hambre y de la miseria. Sus edificios se han aumentado sensiblemente; lo que prueba toda la riqueza de aquellos países, y cuánto podrían progresar si el gobierno cuidase de fomentar la instrucción y la cultura, únicos medios de elevar un pueblo.
Hasta fuera de la villa fué en nuestra compañía D. Paco, el cual recordaba a su discípulo las máximas de Alejandro sobre la guerra, recomendándole una y otra vez que las pusiera en práctica al pelear contra los franceses, y que cuidase de sostener siempre el orden oblicuo, disponiendo una segunda línea para asegurar las espaldas y los flancos, «porque a esto decía debió el gran Macedonio que siempre quedaran victoriosas sus difalangarquías y tetrafalangarquías».
De esta suerte saldrían bien representados todos los dramas, y el bueno parecería mejor, y el no muy bueno parecería tolerable. Otra cosa de que importaría muchísimo que cuidase la junta directiva es de que el personal fuese muy guapo, en particular las mujeres.
Bajó del pescante de un salto la gentil Marquesita, y poco a poco fueron disgregándose del amontonamiento de carne que llenaba el interior todos los del séquito. El señorito abandonó las riendas a Zarandilla, después de hacerle varias recomendaciones para que cuidase bien el ganado. Rafael avanzó quitándose el sombrero. ¿Eres tú, buen mozo? dijo la Marquesita con desenvoltura.
En poder del factor no debería extinguir ni por un solo día dinero, ni cosa alguna que perteneciese a la factoría, pues todo habría de almacenarse bajo de las tres llaves dichas; y entre tanto se verificaba al fin de cada semana, que permaneciese en poder del mayordomo y demás destinados al manejo, y que el factor cuidase de la conducta de éstos, y de tomar las cuentas semanalmente como queda dicho.
Todo esto viene acaso de mi ignorancia y de que no sé el sentido exacto de las palabras; pero lo que sí veo claramente es que las prácticas religiosas no se usan en París y que el domingo se diferencia poco de los demás días de la semana. Mi padre, sin embargo, es tan bueno, que me permite obrar según mi conciencia, con tal que no le moleste en sus costumbres, lo que es, después de todo, muy natural. ¿Lo creerá usted, señor cura? Lo poco que hago por Dios, discretamente y en silencio, lo hago con más fervor y me proporciona más dulzura por lo mismo que tengo que superar más dificultades. Deseo mucho complacer a mi padre y que me quiera. Piense usted que es el único ser en el mundo a quien puedo consagrar mi vida: ¿qué iba yo a hacer de mi corazón si nadie se cuidase de él?... ¿Lo escandalizo a usted, señor cura? Usted piensa que Dios nos pide ese corazón y esa vida, y que esto es bastante para llenarlos. Pero, se lo ruego a usted, no piense eso. Dios es demasiado grande y yo demasiado pequeña, y necesito intermediarios para elevarme hasta
Veía en ella mayor demostración de la hermosura moral de Nucha. Parecíale que era providencial el que la señorita cuidase a aquel mal retoño de tronco ruin. Y Nucha entretanto se divertía infinito con su protegido; hacíale gracia su propia desvergüenza, sus instintos truhanescos, su afán por apandar huevos y fruta, su avidez al coger las monedas, su afición al vino y a los buenos bocados.
Puesto el gobierno particular de cada pueblo a cargo de un administrador secular que cuidase de la temporalidad, y de dos religiosos que doctrinasen a los indios, les administrasen los santos sacramentos y atendiesen a la dirección de sus almas, se dividió el mando, que antes estaba en una sola persona que cuidaba de lo espiritual y temporal.
Hablé como reyna, pero fuí tratada como una moza de cántaro: el Hircano, sin dignarse siquiera de responderme, le dixo á su eunuco negro que yo era mal hablada, pero que le parecia linda. Mandóle que me cuidase y me diera el trato que á las que estaban en su privanza, para que me volviesen los colores, y fuese mas digna de sus caricias el dia que le pareciese oportuno honrarme con ellas.
Palabra del Dia
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