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Actualizado: 10 de junio de 2025


Aquel cadáver solitario de un hombre muerto por la patria no había encontrado todavía ni un pariente, ni un amigo, ni un camarada que se cuidase de él. No era D. Diego. La Condesa, después de examinarlo, alzó los ojos al cielo, cruzó las manos y rezó en voz alta el Padrenuestro, a cuya oración contestamos todos muy devotamente con El pan nuestro...

Yo, cuando la vi al principio de vivir en la casa, que usted me dio el dinero pa eso de tener huéspedes, tuve intinciones de hablarla pa que viviese conmigo en compañía: vamos, mi idea era darle cuarto y comida, y que ella, en cambio, me cuidase de la casa, porque yo no puedo atender a todo. ¿Y no lo hiciste?

Yo, por ejemplo, abandonaría con mucho gusto esta maldita ciudad y me iría a cualquier rincón. Naturalmente, ella se pirra por las conversaciones, por las discusiones; tiene sus ideas políticas y sociales. No estaría de más que se cuidase un poco del arreglo de su persona; mas no tiene tiempo de ocuparse en cosas tan mezquinas: ¡debe salvar a la humanidad!

Luego la advirtió con voz lenta, un índice en alto y el acento imperativo, que en adelante cuidase de volver sola de la fábrica, pues de lo contrario sabría quién era él. Y sola volvió durante toda una semana. Tonet le tenía cierto respeto al señor Batiste, y se contentaba con emboscarse cerca del camino, para ver pasar á la hilandera ó seguirla después de muy lejos.

En el viaje que hizo á la ciudad, al día siguiente de su largo coloquio con el Comendador, le acompañó, á más del lego, un rústico seglar ó profano, para que cuidase la corza. Seguido, pues, de su lego, de la corza y del rústico, y caballero en su jigantesca borrica, el padre Jacinto entró sano y salvo en la ciudad á las diez de la mañana.

Le suplicaba que se cuidase, se lo pedía con voz de madre cariñosa que ruega al hijo de sus entrañas que tome una medicina.

Aquí traigo varios regalitos que le manda a usted su señora mamá dijo a mi amo, entregándole unos paquetes . La señora estaba desazonada por no haber tenido noticias de usted, y me encargó que le cuidase bien. ¿Hizo el Sr. Conde las visitas que D.ª María le encargó? Puntualmente contestó mi amo . Y usted, ¿por qué no ha venido antes? ¡Qué demonio!

Cuando toda esta gente se marchó, anunciando que volvería al día siguiente con nuevos víveres, el gigante, sentado en la arena, pudo saciar su hambre con holgura. Hacía mucho tiempo que no había saboreado una comida igual. Hasta encontró agradable la existencia á la intemperie, siempre que Flimnap cuidase de su alimentación.

Palabra del Dia

lanterna

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