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Actualizado: 16 de junio de 2025


Los pechos respiraban con menos fuerza; los cuellos se estiraban para ver mejor sobre el hombro vecino; algunas mujeres permanecían sobre un pie nada más, echando atrás el otro, como bailarinas que se inclinan para tocar el suelo con las manos.

Nadie osaba, en su presencia, hacer burla de los cuellos ni de los guiños de Ramoncito. Eran poco más de las cuatro cuando entrambos salvajes salieron del club abrochándose los guantes. A la puerta estaba la charrette de Castro, que éste despidió dando hora al cochero para el paseo. Antes debía hacer una visita a ruego de Ramoncito.

Los dignos brutos están todos enjaezados con hermosas libreas en sus magnificas é interminables cuadras, y parecen enorgullecerse al recibir las visitas de tantos extranjeros, ya pateando con garbosa satisfaccion, ya irguiendo sus lustrosos cuellos y sus abundantes y crespas colas, como cisnes terrestres.

Los cuellos almidonados de los hombres perdían la acorazada tersura de su planchado; se ondulaban como muros de porcelana próximos a resquebrajarse. De las orejas velludas colgaban perlas de sudor.

Solo se le contradijo lo del sonar con ellos, mandándole que los entregase a la vieja, para honrar la comunidad haciendo de ellos unos cuellos y unos remates de mangas que se viesen y representasen camisas, que el sonarse estaba vedado en la orden, si no era en el aire, u de saetilla a coz de dedo.

El foyer estaba aún desierto, y los lacayos, zambullendo las encarnadas narices en sus inmensos cuellos de pieles, comenzaban a asomar ya, para avisar a los señores la llegada de los coches. Antojósele entonces a Currita sentarse en un diván, para esperar la salida de la gente. Angustióse Villamelón. ¡Pero, hija mía, por Dios!... ¡Si esto está helado, Curra!...

Los trajes blancos, los cuellos flojos, las gorras de viaje, los zapatos de lona, no aparecían esta mañana. Isidro se encontró en un rellano de la escalera con el doctor Zurita, que marchaba cual un pastor majestuoso, respetado y jamás obedecido, tras el rebaño femenil de su familia: señora, cuñadas, suegra e hijas.

Novillo, en lo indumentario, constituía una réplica, algo rebajada, de su protector el duque, el cual le enviaba desde Madrid corbatas, cuellos postizos, calcetines y chalecos de fantasía semejantes a los suyos, aunque de clase inferior, y trajes, de paño catalán, imitados de los que él usaba, de paño inglés.

Halléme sin dinero, porque los cien reales se consumieron en la cura, comida y posada; y así, para no hacer más gasto no teniendo dinero, determiné de salirme con dos muletas de la casa, y vender mi vestido, cuellos y jubones, que era todo muy bueno.

Otro tren avanzó en dirección inversa, un tren interminable, que iba saliendo de las profundidades del Océano. Hurras, silbidos, blusas negras, cuellos azules, gorritos que parecían de papel. «¡Buenas tardes, príncipeUna sonrisa luminosa de virgen anémica: lady Lewis con sus dos ciegos, hermosos y trágicos... Su pistola bajaba.

Palabra del Dia

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