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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Eran las doce, y cercanos a las tapias de un jardín dilatado se miraban dos hombres silenciosamente inmóviles y los rostros cubiertos con misteriosos embozos.

Antes de llegar a ella, Micaela, que la seguía atentamente con la vista, observó que llevaba los ojos cubiertos de lágrimas. Amalia reanudó la conversación de trapos. No se habían pasado tres minutos cuando llegaron al gabinete, lejanos y apagados, los gritos de la niña. Micaela se estremeció; inclinó la cabeza hacia la puerta para escuchar mejor.

En cuanto a su vestidura, se componía de una falda de lana muy corta y sucia y de una camisola de lienzo bastante blanca; sus curtidos bracillos musculosos, cubiertos de vello dorado, estaban desnudos hasta el codo, a pesar del intenso frío que hace en el invierno a tal altura; en fin, por todo calzado llevaba dos enormes chanclos destrozados.

Durante aquellos tres años, después de muerto mi abuelo, el conde no se dió instante de reposo, visitando tierras, apuntando lindes, recontando ganado, recorriendo la casa, embalando vajillas y cubiertos de plata, escribiendo horas y horas en su despacho. Al cabo de los tres años, una mañana apareció difunto, no si de cansancio o de aburrimiento.

En el centro del cuarto está puesta la mesa; el mantel es adamascado y fino; los cubiertos de plata labrada; la vajilla con cifra de oro; las copas, de tan sutil cristal, que semejan aire cuajado.

Y la fascinación que le había llevado hasta allí, poderosa, terrible, le arrastró todavía. Se despidió de Casilda, y se entró en la sala. Los balcones estaban completamente cerrados; las paredes y el techo cubiertos con paños de terciopelo negro franjeados de oro, el suelo cubierto con un paño negro.

Don Germán, que tenía instinto artístico, no quiso restaurar ninguna de las ruinas que la pesadumbre del tiempo había causado en las construcciones de los frailes y todos los hombres de gusto se lo aplaudían. Los restos de la abadía, de la iglesia, de los cenadores y los muros estaban cubiertos de maleza y exhalaban la dulce melancolía de las cosas pasadas.

Miguel siguió esta corriente. Se vió en una pieza enorme, de techo altísimo. En uno de sus lados se abrían cuatro grandes balcones sobre las terrazas y el Mediterráneo. A causa de la guerra estaban cubiertos con unas telas obscuras para ocultar la luz interior. El muro de enfrente lo llenaban varios espejos gigantescos.

Si los cubiertos y cuchillos son de plata, el mérito principal es que sea muy brillante; los de plata mate y oxidada, con sus cinceladuras, puede ser de más efecto artístico, pero no hace tan limpio; los cuchillos pueden ser de fantasía, siempre que sean de estilo bonito.

Los campos pedregosos de olivos y nopales estaban ahora cubiertos de «Palaces», grandes como cuarteles, y sostenían una segunda ciudad alta, que, extendiéndose por la ladera de los Alpes, unía Mónaco con Monte-Carlo. Este terreno, vendido á precios enormes, era medio siglo antes un lugar tan olvidado, que cualquiera de sus poseedores podía disponer sin obstáculo que le enterrasen en su propiedad.

Palabra del Dia

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