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Actualizado: 26 de junio de 2025
Ahora, hijos, yo creo que nos hemos equivocado; que ese caballero no ha salido de la casa que creímos. Sí; sí, señor; nos hemos equivocado. Pues bien: como ya hemos esperado harto, y tenemos que evacuar más diligencias en esa casa, venid conmigo. Entonces fué cuando el alcalde se acercó á la puerta y llamó. Al tercer llamamiento se abrió la puerta.
Los obreros se despojaron del sombrero respetuosamente. Uno de ellos, sonriendo avergonzado, balbució: Perdone usted, señor director.... Creímos que eran compañeros y queríamos darles un susto.... ¿No sabíais que bajábamos ahora nosotros? volvió a decir con irritación. Señor director, nosotros pensábamos que se detenían en el noveno, donde han hecho preparativos estos días....
Mientras Juan se apresuraba a servir a madama, Scott, ésta continuó: No lo he dicho todo aún. Es preciso que sepáis de dónde nacen estas historias extravagantes. Cuando vinimos a establecernos en París, hace un año, creímos deber dar desde nuestra llegada, cierta suma para los pobres. ¿Quién habló de ésto?
Era admirable de precisión: una maniobra mal hecha, una cuerda rota, y la goletilla iba al fondo del mar. Al cambiar de dirección creímos que se hundía; hubo un momento en que estuvo tendida casi por completo; pero pronto se fué enderezando y vino hacia nosotros ciñendo el viento. Sobre la cubierta estaba Machín, tendido, acurrucado, y, al pasar cerca de nosotros, nos echó una cuerda.
11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora nos está más cerca nuestra salud que cuando creímos. 12 La noche ha pasado, y ha llegado el día; echemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz, 13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lechos y disoluciones, no en pendencias y envidia;
Nos resolvimos por fin, y al penetrar en un portal, que más bien anunciaba la casa de un noble que el almacen de un comerciante, vimos dos lacayos vestidos de librea. Naturalmente, creimos que aquellos dos lacayos esperaban á sus señores, á quienes suponiamos ocupados en hacer compras. Creiamos mal.
Quise imponerme dulcemente, fingiendo que no acertaba yo a comprender por qué rehusaba mi ayuda. ¡Déjame! ¡déjame! decía angustiada, sollozando. ¡En el sillón! ¡En el sillón! Era su voz tan débil que apenas la oíamos. En nuestra congoja creímos por momentos que iba a expirar. En esto llegó el doctor. ¿Qué tenemos de nuevo? Vamos, vamos.... ¿Qué tal, mi señora? ¡Esos nervios! ¡Esos nervios!
Todo eso está muy bueno respondí impacientemente, pero yo tenía un mundo de cosas que hacer, y algunos asuntos privados que atender. Tendrá que dejarlos descansar por un día o dos, ciertamente. Sí insistió Reginaldo; debes estar tranquilo, Gilberto. Estoy demasiado contento de que no haya sido tan grave como al principio creímos.
Creímos algunos que por ese lado iba a hallarse la villa un buen remiendo para su capa; pero después de algunos trabajos preparatorios y una explotación somera de la mina, la abandonaron los explotadores, o mejor dicho, se la vendieron por cincuenta mil reales a tres sujetos de aquí.
La lancha se fué acercando al costado de la goleta, estuvo sólo un momento junto a ella, y se desasió violentamente del casco del buque perdido y se hundió entre las espumas. Los dos hombres y la mujer desaparecieron de la cubierta. Creímos que la trincadura había desaparecido en el mar. Esperamos con ansiedad, registrando el horizonte con la mirada. Allá estaban; los vimos entre la niebla.
Palabra del Dia
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