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Actualizado: 11 de junio de 2025


El diploma del gran Sultán de los osmanlíes, aunque fue exhibido, estaba escrito en vítela con letras de púrpura y oro y era una maravilla caligráfica, no sirvió absolutamente de nada. El pícaro corsario supuso que era falso a fin de no darle cumplimiento y se llevó a remolque el barco veneciano, transbordando a su galera y hasta a su camarote a donna Olimpia y a Teletusa.

A la vista ya de la costa occidental de Italia ocurrió la enorme desventura de que el barco veneciano fuese apresado por el corsario o más bien por el feroz y desalmado pirata cuya merecida y trágica muerte hemos ya narrado.

Respondió el ingeniero con un gesto de incredulidad. ¿Cómo podían las corrientes oceánicas arrastrar una mina flotante hasta Australia?... ¿Por qué raro capricho de la suerte iban ellos á chocar con un torpedo abandonado por un corsario en la inmensidad del Pacífico?... Oyó que le hablaban; pero esta vez era un pasajero con el que sólo había cambiado algunos saludos durante el viaje.

El cerco de Túnez y ganada de la goleta por el emperador Carlos V, del licenciado Sánchez, natural de Piedrahita. La isla Bárbara, de Lope de Vega. El renegado Zanaga, del licenciado Bernardino Rodríguez, vicario de Santibáñez, diócesis del obispado de Coria. Segunda parte de El corsario Barbarroja y huérfano desterrado, del licenciado Juan Sánchez, natural de Piedrahita.

Pero cuando vio la maniobra de El Gavilán, cuya marcha era aún acelerada por los largos remos, no le quedó duda alguna y comprendió que se trataba de un corsario. Huir era imposible. A la débil brisa que soplaba por ráfagas, había sucedido una calma chicha, y los remos del pirata le daban una ventaja de marcha positiva.

El suceso ocurrió en 1806. El día de la Trinidad, por la mañana, se presentó a la vista de la ciudad de Ibiza una fragata con bandera inglesa, dando bordadas, fuera del alcance de los cañones del castillo. Era la Felicidad, el navío del italiano Miguel Novelli, apodado «el Papa», vecino de Gibraltar y corsario al servicio de Inglaterra.

El tío Ventolera, por no ser menos, narraba historias de piratas y de valerosos marineros de Ibiza, apoyándolas con el testimonio de su padre, que había sido paje en el jabeque del capitán Riquer, asaltando detrás de este héroe la fragata Felicidad, del temible corsario «el Papa». Entusiasmado por los recuerdos heroicos, canturreaba con su voz trémula las coplas con que la marinería ibicenca había celebrado el triunfo; coplas en castellano, para mayor solemnidad, y cuyas palabras desfiguraba el tío Ventolera.

Acosado el corsario por todas partes, pasó el Estrecho de Gibraltar para ponerse en cobro. En aquellos días de angustia, el corsario, como era natural, estaba muy rabioso y se sentía capaz de toda suerte de atrocidades. Infortunadamente, el Principito estaba muy empalagoso con los dolores y molestias de la dentición.

Su nombre era terriblemente popular en toda la costa mediterránea ocupada por los infieles. Los mahometanos le temían como al demonio; las moras hacían callar a sus pequeñuelos con la amenaza del comendador Febrer. Dragut, gran corsario turco, le apreciaba como único rival digno de su valor.

En tanto el Corsario la costa admirando Saluda aquel rio de gracia inmortal, Y en alto levanta, su sien desnudando, Tres fajas de blanco y azul celestial. Y dice las islas y el bosque mirando: «Lavalle y sus bravos aquí me hallarán, «Y el rio en mi barco, veloces pasando, «Mi vida y mi barco por suyo tendrán

Palabra del Dia

lanterna

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