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Actualizado: 26 de junio de 2025
En una puerta susurraba la guitarra con melancólico rasgueo, contestándole desde otra el acordeón con su chillido estridente y gangoso. Y los ruidos de la plaza, el reír de las gentes, los gritos que se cruzaban entre los corrillos y la música popular, entraban con el fresco de la noche en el salón de las de Pajares, sirviendo de sordo acompañamiento a la conversación de la tertulia.
Se siente un vivo placer al recorrer casi todas las calles de Cádiz, ó al reposar bajo la espesa sombra de las magníficas arboledas de las plazas de «San Antonio» y de «Mina». Aparte del interes que excitan los corrillos de gentes de todas condiciones y las tiendas elegantes llenas de curiosidades, donde quiera se camina de sorpresa en sorpresa al recorrer las mejores calles, las que no empedradas ricamente embaldosadas.
Su barba era lacia, y su cuello muy largo, con nuez y costurones; tenía boqueras, los párpados tiernos, y un hombro algo más elevado que el otro. Era alto y flaco y pasaba por elegante, a pesar de todos sus defectos físicos. Lo cierto es que tenía gran desenvoltura y desparpajo para moverse dentro de los desairados arreos de sociedad, y para meter la cuchara en todos los corrillos.
El reloj de la torre llamada el Miguelete señalaba poco más de las diez, y los huertanos juntábanse en corrillos ó tomaban asiento en los bordes del tazón de la fuente que adorna la plaza, formando en torno al vaso una animada guirnalda de mantas azules y blancas, pañuelos rojos y amarillos ó faldas de indiana de colores claros.
La mujer contó los cuartos sobre la mantilla, redújolos á montones de á treinta y cuatro cada uno, y levantándose en seguida, dijo en alta voz, con cierto retintín: Aquí no hay más que veintiocho riales. Yo he echao.... Y yo.... Y yo.... Y yo ... fueron diciendo todas las personas de los dos corrillos.
Porque la calle de Serrano, con ser la más grande y hermosa de Madrid, tiene un carácter marcadamente provincial: poco tráfago; tiendas sin lujo y destinadas en su mayoría a la venta de los artículos de primera necesidad; los niños jugando delante de las casas; las porteras sentadas formando corrillos, departiendo en voz alta con los mancebos de las carnicerías, pescaderías y ultramarinos.
En los corrillos se saboreaban con deleite estas noticias de gusto romancesco. Pero en uno de ellos, cerca del cual se hallaban Mario y el delegado, una mujer que acababa de acercarse dijo: Pues ayer tarde he venido de Madrid con el niño de D. Ricardo y no he visto esa mujer. Todos los rostros se volvieron hacia ella.
El regente opinó, y con él toda la Territorial, que el señor Mourelo, arcediano, había estado a mayor altura que el señor Obispo. Esto cundió por las tertulias, corrillos y paseos, y cuantos pretendían pasar plaza de personas instruidas, lamentaron que no hubiera más fondo en los sermones del prelado, que no se preparase y que se prodigara tanto.
Así como se oyen en gritos, silbidos y gorgeos las voces de todos esos idiomas misteriosos que hablan los animales de toda especie, del mismo modo se percibe en los corrillos y grupos humanos del jardin el acento de todas las lenguas europeas.
Mala crianza será, pero me acerco a escuchar conversaciones de corrillos: es de advertir que cuando el tedio me abruma con su peso, no puedo tener más que tedio. Recibo insensible las impresiones de cuanto pasa a mi alrededor; a todas me dejo amoldar con indiferencia y abandono; en semejantes días no hay hermosas para mí, no hay feas, no hay amor, no hay odio.
Palabra del Dia
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