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El segador medio oculto en la obscuridad, añadió: Eva, seguramente, tendría alguna vez hijas, pues de no ser así, no existirían mujeres actualmente, y las hay en todas partes...tal vez demasiadas; ¿no es esto, tío Correa?... Lo que yo pregunto es cuál fué la suerte de las hijas de Eva. ¿Nuestra primera madre presentó algunas al Señor, para que también les hiciera un regalo, ó las encerró á todas en el establo en compañía de nuestros pobres abuelos?

Mientras su padre no se marchaba, el miedo a un pasagonzalo sacudido con el cargador la tenía quieta ensartando y colocando barquillos; pero apenas el viejo se terciaba la correa del tubo, sentía Amparo en las piernas un hormigueo, un bullir de la sangre, una impaciencia como si le naciesen alas a miles en los talones. La calle era su paraíso.

Los dos vandoleras, de Lope de Vega. Olvidar para vivir, de Miguel Bermúdez. El hijo por engaño y Toma de Toledo, de Lope. La locura cuerda, de Juan de Silva Correa. Los Médicis de Florencia, de D. Diego Enciso: representóla Cebrián. El burlador de Sevilla, de Tirso: representóla Roque de Figueroa. Marina la porquera, del bachiller Andrés Martín Carmona.

El maestro entretenía el aburrimiento de las vacaciones con este pequeño campesino, queriendo iniciarlo en las bellezas de las letras latinas con ayuda de su elocuencia y de una correa. Deseaba hacer de él un prodigio, para sorprender a los otros profesores cuando se abriesen las clases, y los golpes menudeaban.

Se puso el menos viejo de sus ponchos, de color de mostaza, y un sombrero enorme, por debajo de cuyos bordes se escapaba una melena lacia é intensamente negra, uniéndose á sus barbas de Nazareno. La silla de montar tenía á ambos lados unas alas fuertes de correa, llamadas «guardamontes», para librar las piernas del jinete de los arañazos y golpes de los matorrales.

Sujetose ella en la coronilla con una correa negra las crenchas de su abundante cabello, porque no era posible repicar y andar en la procesión; no podía peinarse y al mismo tiempo celebrar, entre lágrimas y castos apretones de mano, la santificación de las relaciones que entre ambos habían existido.

En otro frontero a él, donde la marquesa permanecía más de continuo, arrellanada en un sillón junto a la chimenea, se reunían los íntimos del marqués, desde luego, y poco a poco los aburridos de las demás secciones, que acudían al calorcillo de los debates que sustentaban los personajes de la política, y a la golosina del chiste, más o menos culto, de algunas damas de mucha correa, y de otros tantos galanes de buena sombra.

El dinero de las limosnas permanecía meses y meses sobre la tumba, sin que los viajeros en su mayor parte hombres de tremenda historia osasen tocar la más pequeña parte del depósito sagrado. Muy al contrario, todos procuraban dar aunque sólo fuesen unos centavos, por creer que una limosna á la difunta Correa era el medio más seguro de terminar el viaje felizmente.

Rosas no ha inventado nada; su talento ha consistido sólo en plagiar a sus antecesores y hacer de los instintos brutales de las masas ignorantes, un sistema meditado y coordinado fríamente. La correa de cuero sacada al coronel Maciel y de que Rosas se ha hecho una manea que enseña a los agentes extranjeros, tiene sus antecedentes en Artigas y los demás caudillos bárbaros, tártaros.

La vuelta de la mar iba tomando, Y treinta y cinco muertos le han quedado, Con que queda Correa, el mozo, ufano, Y mas con ver que huye el Luterano. Salió Candish de aquí con crudo duelo, Cubierto de dolor y grande llanto.