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Han descubierto a la vieja dije. Eso ya lo sabía yo desde que vi los pañuelos repuso el coronel. Llegamos frente a la puerta del sótano, que estaba cerrada, y al parecer en el mismo estado en que la habíamos dejado aquella mañana. Entremos, todo va bien dije. Me contestó una violenta imprecación de Sarto, cuyo rostro palideció a la vez que señalaba al suelo con el dedo.

Los españoles transportaron á su colonia dos frailes franciscanos con un Gobernador, quienes luego que la vieron se llenaron de melancolia, y el Gobernador, Coronel Catan, á la vuelta de los navios para Buenos Aires, declaró con lágrimas, que tenia por dichosos los que habian salido de tan miserable país, y que él mismo se alegraria mucho poder dar á otro su comisión, y volverse á Buenos Aires, aunque fuese en clase de grumete.

En lo más reñido de una campaña política, el elocuente y fogoso coronel Armando, de Siskyon, había hecho un discurso sensacional que fue especialmente taquigrafiado para La Estrella del Norte. En el transcurso de la peroración, el coronel Armando había dicho: «yo, como el sublime Webster, repetiré...» y aquí seguía la cita que no recuerdo ahora.

D. Cornelio Saavedra, Teniente Coronel y Comandante del primer batallon de Patricios; el Sr. D. Cristoval de Aguirre, vecino y de este comercio; el Sr. D. Pedro Andres Garcia, Teniente Coronel y Comandante del batallon de infantería número 4; el Sr. D. Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, Teniente Coronel y Comandante del batallon de infantería número 3; el Sr.

Tomó el documento en sus manos, sonriéndose a su vez de la ocurrencia mía. El coronel Sarto y Federico de Tarlein me acompañarán continué. ¿Va Vuestra Majestad a ver al Duque? preguntó en voz baja. ; al Duque y a otra persona a quien necesito ver y que se halla en Zenda. Quisiera poder ir con Vuestra Majestad dijo retorciendo el blanco bigote. Quisiera hacer algo por el Rey y su corona.

Las calles de Munich producíanme un extraño efecto al salir de allí con los ojos deslumbrados por todos aquellos reflejos de laca y jade, por los chillones colores de los mapas geográficos, especialmente los días en que el coronel me había leído una de aquellas odas japonesas de una poesía casta, sublime, tan original como profunda.

Nuestra familia, y la vuestra, porque en ella acabáis de entrar, se componía hace cuatro años: de mi padre Ignacio Soldevilla, coronel de infantería española, encanecido en los combates, de mi madre doña Violante de Saavedra, hija de un mayorazgo de la montaña, y de .

Entonces habló de mi hijo, haciendo presente al Rey que había a la sazón dos regimientos vacantes: el de la Reina y el de Astorga. Sea dijo el Rey; concedo el mando del último a Rafael Moncénigo. Anteayer prosiguió el barbero con orgullo y satisfacción paternales, mi hijo recibió su despacho; ¡mi hijo es coronel!...

Las consecuencias de esta broma las explicó brevemente un número posterior de El Alud. «Ayer, decía, tuvo lugar un lance lamentable frente al salón Eureka, entre el digno Juan Flash, del Noticiero de Dutch Flat, y el tan conocido coronel Roberto.

Carolina, sin embargo, no se fijó en estos cumplidos, sino que sofocó más aún al caballero coronel corriendo a toda prisa hacia Lady Clara, buscando protección en los pliegues de su vestido.