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Don Marcos, que, abandonado por su discípulo, seguía á la princesa, recibió iguales recomendaciones. Debía evitar que la pobre señora perpetrase este sacrilegio mediterráneo. ¡Pero qué podía el infeliz coronel con aquella demente que pasaba semanas enteras sin hablarle, como si no le reconociese!...

Si la princesa alababa las magnificencias de su palacio, la criolla hacía alusión inmediatamente al elegante hotel particular comprado por ella en los Campos Elíseos. La llegada del coronel Toledo, héroe decorativo que volvía á dar á la vivienda principesca un prestigio militar, no intimidó á doña Mercedes.

Un coronel le dijo que aún podía disponer de unos minutos para escribir á su familia, á sus amigos, ó consignar su última voluntad... ¿A quién escribir? dijo Freya . No tengo ningún amigo en el mundo... «Entonces fué continuaba el abogado cuando tomó la pluma, como si la acometiese un recuerdo, y trazó unas cuantas líneas... Luego rompió el papel y vino hacia .

Libro Primero: Capítulo III: De cómo fue a un pupilaje por criado de don Diego Coronel. Determinó, pues, don Alonso de poner a su hijo en pupilaje, lo uno por apartarle de su regalo, y lo otro por ahorrar de cuidado. Supo que había en Segovia un licenciado Cabra que tenía por oficio el criar hijos de caballeros, y envió allá el suyo y a para que le acompañase y sirviese.

El coronel Roberto, aunque no era cobarde, sentía para una mujer enojada un miedo supersticioso; retrocedió para dejarle libre el paso y fue a rodar impotente por el canapé.

Por su munificencia se han publicado hermosos libros, se han abierto museos, se han hecho excavaciones en la tierra que aclaran el origen del hombre. Y todo eso interrumpió el coronel, persistiendo en su anterior admiración con dinero del Casino.

Pero el Bulusan que fué á Masbate para recoger la columna del Coronel D. Mariano Riego de Dios y trasladarla á Samar, fué visto por los cañoneros españoles Elcano y Uranus, atacándole el primero hasta el punto de hacerle zozobrar en aquellas aguas, no sin experimentar los vapores españoles, daños de alguna consideración, causados por nuestras tropas.

Y cayó Juanito debajo de la mesa. A todos había indignado su discurso, menos a Mesía que extendiendo su mano hacia él, exclamó: ¡Perdonadle... porque ha bebido mucho! Ese Juanito decía el coronel a don Frutos el americano me parece un gran pedante. Es un hambriento con más orgullo que don Rodrigo en la horca. Se habló de religión otra vez.

Intervenía el coronel á veces en el diálogo, pero era para lamentarse de los obstáculos que oponía la tal guerra á sus funciones de intendente. Cada día resultaba más difícil su gestión.

Uno de los directores del ministerio de la Guerra se interesa por él, y procurará hacerse enviar a otro regimiento. Juan ha reflexionado mucho sobre esto en Cercottes, y el resultado de sus reflexiones es el siguiente: él no puede, no debe ser el marido de Bettina. Los hombres echan pie a tierra en el patio del cuartel, mientras Juan se despide de su coronel y sus camaradas.