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Actualizado: 13 de junio de 2025
Además, nos conviene exagerar la probabilidad de que ocurra aquello que queremos ardientemente, y acabamos por tomar nuestros deseos por realidades.... Los que entran todos los días aquí tienen la corazonada de que saldrán llevándose mil francos, ó veinte mil, ó cien mil, y lo regular es que salgan con los bolsillos vacíos.
Sus mayores triunfos de todos géneros habían venido así, con la corazonada verdadera, sintiendo él de repente, poco antes de la victoria, un valor insólito, una seguridad absoluta; latidos en las sienes, sangre en las mejillas, angustia en la garganta.... Se paró. «Estaba allí la Regenta, allí en el Parque, se lo decía aquello que estaba sintiendo.... ¿Qué haría si el corazón no le engañaba?
«Por supuesto, concluía, siempre y cuando que la fortaleza no se haya rendido al caudillo de la iglesia. Si el Magistral es aquí el amo... entonces no tengo que esperar nada... y además, ya no vale tanto la victoria». «Sin buscar él la ocasión, se la ofrecía aquella noche: le habían puesto a la Regenta a su lado... la corazonada le decía que adelante... pues adelante.
Gallardo quería siempre. ¿Por qué no hacerlo bien, ganando el aplauso del público?... Pero sus éxitos, que los aficionados creían un capricho de la voluntad, eran obra del azar o de un conjunto de circunstancias; la corazonada audaz de los buenos tiempos, que sólo la sentía ahora muy de tarde en tarde. En varias plazas de provincia había oído ya silbidos.
La corazonada de su buena suerte y el juego del baccará, que únicamente funcionaba allí, le habían decidido á faltar por una noche á sus costumbres habituales. El príncipe la felicitó por su hermoso aspecto, por su traje, por sus perlas...
Gallardo sintió la corazonada de sus mejores éxitos. ¡Ahora!... Lió la muleta con un movimiento circular de su mano izquierda, dejándola arrollada en torno del palo, y elevó la diestra a la altura de sus ojos, quedando con la espada inclinada hacia la cerviz de la fiera. La muchedumbre se agitó con movimiento de protesta y escándalo. ¡No te tires!... gritaron miles de voces . ¡No... no!
«¡Cuando yo decía que el número era de los más bonitos...! manifestó D. Baldomero con orgullo . En cuanto el lotero me lo entregó, sentí la corazonada». Como bonito... agregó Estupiñá , no hay duda que lo es. Si tenía que salir, eso bien lo veía yo afirmó Samaniego con esa convicción que es resultado del gozo . ¡Tres cuatros seguidos, después un cero, y acabar con un ocho...! Tenía que salir.
Ahora lo recuerdo con desprecio. Por eso vivo en Monte-Carlo: tengo la corazonada de que la suerte volverá á buscarme aquí y no en otra parte. ¿Tú no juegas? Se irritó Miguel ante esta pregunta. ¿No le había dicho que estaba arruinado? ¿Iba á imitarla á ella, que empeoraba su situación perdiendo los restos de su fortuna? ¡Arruinado! exclamó Alicia . Tu mala época no puede ser larga.
Siguiose a esta escena la de un jugador perdidoso que había perdido el último centavo, y necesitaba armarse para volver a jugar. Dejó un reloj, tomó diez, firmó quince, y se despidió diciendo: Tengo corazonada; voy a sacar veinte onzas en media hora, y vuelvo por mi reloj.
Y como si la suerte se complaciera en allanarle todos los caminos que emprendía, dale la corazonada de jugar un billete a la lotería, y le cae, como quien nada dice, más de medio millón. Este golpe inesperado le puso a pique de desbaratar sus maduros proyectos, excitándole a darse por satisfecho de los mimos de la suerte, y a quedarse a vivir de sus rentas en Madrid.
Palabra del Dia
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