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Allí está reunido todo lo que la civilizacion moderna ha podido recoger de mas admirable y mas curioso y característico entre los resto de la civilizacion antigua, convertida por el tiempo en escombros y cenizas. El mundo moral se muestra allí en su infancia exuberante, y sin pulimento como el mundo físico.

¡La creen mi querida! decía con acento iracundo . ¡Mi pobre Visitación, tan buena, tan cariñosa, tan mansita para todo, convertida en una cualquiera por esos miserables! ¡Una amante que he sacado para mi diversión del Colegio de Doncellas nobles...! ¡Como si yo, viejo y enfermo, estuviera para pensar en esas porquerías! ¡Indecentes...!, ¡miserables...! ¡Por menos se cometen muchos crímenes...!

Gastó sumas inmensas en construir palacios y quintas de recreacion, puentes y mezquitas en las principales poblaciones, y en ennoblecer su capital de nuevas maneras, empedrando sus calles y plazas con losas, y llevando á ella desde la vecina sierra abundantes y cristalinas aguas por medio de un largo y fuertísimo acueducto que como gigantesca serpiente ondulaba por aquellas hermosas llanuras atravesando repetidas veces las mismas entrañas de los montes . A tal opulencia y gloria llegó la capital de Andalucía bajo este rey, que escribió de él S. Eulogio: «Córdoba, llamada antes la patricia, y hoy la ciudad real por tener en ella su asiento, le debe el hallarse en la cumbre de la grandeza, de los honores y de la gloria, colmada de riquezas, y convertida en emporio de las delicias del mundo entero hasta un punto inesplicable é increible.» ¿Creereis ahora que el sultan Abde-r-rahman II es una intratable y sanguinaria fiera?

Cuentan las historias y relaciones que, de doce mujeres, entre esposas y amigas, tuvo Felipe IV treinta y dos hijos, incluyendo legítimos y bastardos ; pero ninguno le alegraría tanto como el príncipe Don Baltasar Carlos, habido, después de tres hijas muertas sin cumplir un año, en su primera mujer y prima la infanta de Francia doña Isabel de Borbón, a quien llama un escritor de la época fragante flor de lis convertida en purpúrea rosa castellana.

Y como era hombre que entendía bien su interés y su conveniencia, pero que de almas sabía poco, jamás llegó a comprender ni a darse cuenta de las singulares transformaciones del alma de María Antonia, convertida de súbito de libre cortesana en austera penitente, y de austera penitente en algo a modo de vengadora y aterradora Furia.

Debe ser muy hermoso el espectáculo de toda esa hermosa campiña convertida en un lago. ¿Verdad, Rafael? Usted habrá visto cosas más interesantes dijo el joven. No digo que no; pero a , lo que más me impresiona es la sensación del momento. Y calló, mostrando en su repentina seriedad la molestia que le causaba la ligera alusión al pasado.

Vivió cuatro días en Burdeos, aturdido y desorientado por la agitación de una ciudad de provincia convertida repentinamente en capital. Los hoteles estaban llenos; muchos personajes se contentaban con una habitación de doméstico. Los cafés no guardaban una silla libre; las aceras parecían repeler esta concurrencia extraordinaria.

Su carácter sumiso y reposado y la nobleza de sus inclinaciones tenían embelesados a cuantos la trataban, y la buena Rita, convertida en guardiana de la criatura, no podía mencionarla sin decir con íntima devoción: Es una santa, una santa.... Sólo una vez se recordaba que Carmencita hubiese alzado en el silencio de la casa su voz armoniosa deshecha en sollozos.

Pero volvamos a nuestro progreso. Peor aún que la sequedad, es para nuestra agricultura la ignorancia y la rutina del pueblo labrador. Toda invención y aplicación científica la rechazan, creyéndola mala. «Los tiempos pasados eran los buenos. Así cultivaban mis abuelos y así debo hacerlo yoLa ignorancia se ve convertida en gloria nacional. Y no hay que esperar por ahora el remedio.

Se abrió la puerta y entró un viejo mendigo envuelto en una anguarina parda, con una de las mangas atadas y convertida en bolsillo. Dantchari el Estudiante le conocía y dijo que era un vendedor de canciones a quien tenían por loco, porque cantaba y bailaba recitándolas. Se sentó Ipintza, el Loco, a la mesa y le dió el posadero las sobras de la cena.