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Actualizado: 24 de junio de 2025
Tornó ella a sonreir, sacudiendo sobre su frente las crenchas rebeldes del cabello; después, muy ansiosa, volvió a preguntar: Y tú..., ¿quién eres? Otra vez dijo la voz, convencida: El amor. Y el amor fué a buscar, sediento, un beso en los labios preguntones de la muchacha. Pero ella le detuvo con un breve gesto de mujer, lleno de gracia, ordenándole: Espera....
Su furor fue entonces muy grande; pero por lo mismo se calló y no atormentó a su padre con insinuaciones ni bromas. El asunto no se prestaba a bromas ni a medios términos. La ira de doña Inés había de estallar y manifestarse de una manera más seria cuando estuviese completamente convencida de la locura de su padre, pues de tal la calificaba.
Por los ojos de la señorita pasó un relámpago de cólera que se apagó al instante; pero le dijo en tono un poco irritado: ¿Estamos en eso?... Obedece y no seas terca. La doncella, dominada y convencida de que ayudaba a una obra de piedad, obedeció, descargando las disciplinas harto suavemente sobre las desnudas espaldas de la señorita.
En fin dijo Lucía alzando el semblante donde las líneas redondeadas y fugaces de la adolescencia comenzaban a trocarse en trazos más firmes , yo marcharé si tú me lo ordenas; pero convencida de que es una mala acción abandonar así a una amiga, cuando se está muriendo. Salió del cuarto.
Yo temía, no, estaba convencida de que el terrible secreto de mi padre que conocía Hales, era una espantosa verdad, y sólo anteayer he conseguido, con la ayuda del anciano señor Hales, descubrir, en una calle del bajo de Grimsby, a un hombre de apellido Palmer, exmarinero del buque «Annie Curtis», el cual estuvo presente cuando murió el italiano.
Hubo muchas expediciones, unas pagadas por los regidores de la isla, otras de particulares, pero todas sin éxito; y la gente, cada vez más convencida de la existencia de San Borombón, achacaba estos fracasos a la impericia de los expedicionarios antes que renunciar al encanto de lo maravilloso.
Mientras hablaremos de otra cosa. Para cosas tristes, tiempo habrá. Procuré tranquilizarla. Le referí mil casos de enfermedades nerviosas que tenían aspecto de gravísimos males, y que con el tiempo y el cuidado habían desaparecido, dejando a los pacientes buenos y sanos. Pareció convencida y, volviéndose a mí, me dijo sonriendo: Te habrás paseado mucho. Vas a ver esto muy triste.
Levantose, y mirando a la pobre joven con más lástima que cólera, le dijo: «Si tan convencida está usted, acuda usted a los Tribunales. Acudiré exclamó Isidora con firme convicción. Entretanto, es inútil que disputemos aquí. Puede usted retirarse». La marquesa intentó tirar del cordón de la campanilla.
Los tiempos han marchado, y nosotros con ellos. La vida fácil de otro tiempo se ha acabado, y ante las generaciones nuevas se abre una vida de combate. Hay que combatir para tener un sitio al sol, y educar a las jóvenes como se las educaba en otro tiempo, sería un verdadero anacronismo. ¿Por qué? dijo la abuela, no convencida. Porque la joven figurante ha dejado de existir.
Me apresuré á bajar y corrí á la orilla del río. ¡Ah, ah! me dijo la joven riendo; á lo que parece, ¿está usted de buen humor esta mañana? Murmuré torpemente algunas palabras confusas, cuyo fin era dar á entender que siempre lo estaba, de lo cual la señorita Margarita pareció mal convencida; después salté al bote y me senté á su lado. ¡Vogue, Alain! dijo al momento.
Palabra del Dia
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