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Llevaba éste en la mano un maletín, que dejó caer a su lado, sobre los cojines. Cerrando la portezuela, sentose en un ángulo, pegada la frente al vidrio, frío como el hielo y empañado por el rocío de la noche. No se veía más que la negrura exterior, que apenas contrastaba la confusa penumbra del andén, el farolillo del guarda que lo recorría, y los mustios reverberos aquí y allí esparcidos.

Luego, afectando un aire indiferente y alegre, que amargamente contrastaba con la desoladora tristeza que escondía en su corazón, habló así: Para que piense usted en alguna que otra vez se me ha ocurrido una idea... Me ha dicho usted hace poco que no llevaba reloj; deje que le ofrezca el mío... Nada tiene de precioso, pero es muy bueno... Cuando le pregunte usted la hora, se acordará de un viejo solterón que usted tomó ingenuamente por un rival y que, por el contrario, sentía por usted una afectuosísima amistad...

Aquella actitud contrastaba de tal modo con su habitual solicitud para mirarle, responderle y sonreírle, que no podía menos de notarse la diferencia. Supuse que se refugiaba en aquella insensibilidad aparente por orgullo y para no denunciar su pena por la partida de Lautrec.

Las mujeres triunfaron tal vez para siempre al apoderarse de la fuerza. Las palabras de Popito hicieron que Ra-Ra saliese de su abstracción. Tomó un aspecto de inspirado, de conductor de muchedumbres, una actitud heroica, que contrastaba con sus vestiduras femeniles. Nuestro triunfo llega dijo con voz sorda . Están contados los días de la tiranía de las mujeres. Anoche recibí grandes noticias.

Paco, con regular voz de barítono, cantó pedazos de Favorita y de Sonámbula y Joaquín salió por malagueñas, como él decía; en su voz había una tristeza que contrastaba con la alegría que le brillaba en los ojos, clavados en los de Obdulia, quien aquella noche se había propuesto dar el premio de sus favores, no el principal, al género flamenco. Por fortuna Joaquín se conformaba con el accèsit.

Y la hija aprovechó la ocasión para dejar oír una voz de monjita tímida, que contrastaba con sus ardientes ojos orientales: ; papá vive mejor aquí. Aquí estás más tranquilo añadió el capitán y haces menos pecados. Febrer pensaba en el tormento de pasar su existencia al lado de aquel fuelle roto. Por fortuna, moriría pronto.

xvi En el entierro de la señora de Rubín contrastaba el lujo del carro fúnebre con lo corto del acompañamiento de coches, pues sólo constaba de dos o tres. En el de cabecera iba Ballester, que por no ir solo se había hecho acompañar de su amigo el crítico.

Los Hispano-colombianos, que eran no pocos, se mostraban en general sencillos y cándidos, maravillándose de todo y muy impresionables, sin reserva en la expresion de sus pensamientos; se podía notar que los hábitos de la democracia habían formado en ellos el espíritu de independencia y cierta familiaridad expansiva que contrastaba con la reserva de las razas setentrionales de Europa.

Conservaba el rostro terso y nacarado: sus cabellos dorados no contenían aún ninguna hebra de plata: sus ojos límpidos, azules, tenían una expresión vaga de melancolía e inocencia que contrastaba singularmente con lo que de ella se decía, y que la comunicaba cierto misterioso atractivo. Vestía con extraordinaria elegancia.

Sánchez Morueta que leía un periódico sin notar la presencia de su mujer, acabó por levantar la cabeza. ¿Qué te parezco, Pepe? dijo ella con una sonrisa que contrastaba con el temblor de su voz. El millonario deslizó una rápida ojeada sobre su incitante esplendor de fruto maduro. No estás mal y fijó de nuevo sus ojos en el periódico. Ahora voy á volver á la elegancia.