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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Contemple usted y admire, Isidro. Ahí tiene a uno de los grandes sacerdores del culto amarillo, que se prepara a oficiar. Señalaba con los ojos al banquero, majestuosamente arrellanado en su sillón, con una rica piel junto a los pies a pesar del calor.

Al pasar por delante de la casa de la niña me detuve y la contemplé un instante casi con indiferencia. Pero cuando más embebido andaba en mis pensamientos y planes políticos, y cuando ya estaba próximo á doblar la esquina de la calle, he aquí que siento un brazo que se apoya en el mío y una voz que me dice: ¿Va V. muy lejos? ¡Teresa!

Quiero que un día, estando yo a su lado, no contemple más las puestas de sol. María Teresa se levantó riendo, con risa forzada; las frases de Huberto empezaban a molestarla; juzgó prudente interrumpirlas. Viendo a la joven de pie, Martholl quiso tomarle la mano, pero ella la retiró bruscamente. ¿No me permite subir con usted a la terraza? interrogó él.

La estatura del Rey aventajaba mucho a la de Sarto, y mientras escuchaba a éste, sus ojos se fijaban de cuando en cuando en los míos. Por mi parte lo contemplé larga y detenidamente. Nuestra semejanza era en verdad extraordinaria, si bien noté asimismo los puntos de diferencia. Pero con todo esto y a pesar de esas diferencias menores, nuestro parecido subsistía, innegable, evidente, portentoso.

Contemplé aquel diminuto rostro minado por la fiebre, enflaquecido y azulado en derredor de las sienes, aquellos ojos hundidos, más abiertos y más negros que nunca, en cuyas pupilas se advertía un brillo sombrío e inextinguible, y aquella pobre niña, enamorada, medio muerta bajo la acción, del desprecio de Oliverio me dio una lástima horrible.

Te juro que mi voluntad no tenía arte ni parte en ello. Obraba por una fuerza superior que me arrastraba a pesar mío. Dejé el vaso sobre la mesa, lo contemplé un instante con sorpresa, lo levanté para mirarlo al trasluz... Nada, ni el más mínimo signo que denotase que allí estaba la muerte. Lo puse sobre la bandeja y me encaminé con él hacia el gabinete sin darme cuenta de lo que hacía.

¡No vale mirar, Pepe! exclamó Cobo con maligna sonrisa. Miro las cartas respondió aquél. ¡Vamos, no sea usted desvergonzado, Cobo! dijo Pepa dándole con ellas en las narices y volviéndose a Castro. Quítese de ahí, Pepe. No quiero que se me contemple a vista de pájaro. Fuentes se acercó para despedirse. ¿No toma chocolate? le preguntó Clementina dándole la mano.

La noche era espléndida y bastante templada; llevaba abierto el gabán y caminaba lentamente gozando con voluptuosidad de la temperatura, del cigarro y de la seguridad de ver pronto a mi familia. Al pasar por delante de la casa de la niña me detuve y la contemplé un instante casi con indiferencia. Y seguí adelante murmurando: "¡Qué chiquilla tan mona! ¡Lástima será que se la lleve un tunante!"

¿Qué tiene esta muchacha? pregunté yo alegremente. Debe estar enferma del estómago dijo tu abuela . Tiene vómitos, está ojerosa. Contemplé a la muchacha, que bajó la vista; le tomé el pulso, y dije: Que vaya a mi casa y la reconoceré más despacio. Bueno, ya irá. ¿Cree usted que tendrá algo grave? Ya veremos. Me despedí de la familia y seguí haciendo mi visita.

Tres días tuve que estar en constante espionaje; el primero, oculto detrás de mis cortinas, porque temía asustarla dejándome ver súbitamente; al otro día ya la contemplé pegado a los cristales, pero aun no me atreví a abrir mi ventana; al tercero ya la abrí, y observé gozoso que no la espantaba mi osadía. Aquella misma tarde la vi echarse sobre los hombros un chal, y abrocharse las botas.

Palabra del Dia

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