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Actualizado: 4 de junio de 2025
Sin embargo, lejos de preocuparla que éste se hubiera marchado, sólo experimentó contra él un sentimiento de fastidio. Charito la llamó, consternada. Acababa de advertir, sospechando el motivo, la retirada de Muñoz. Era su amiga de confianza y profesaba por él un sentimiento que ella no hubiera podido definir: mezcla de cariño fraternal, de instintiva simpatía y de admiración.
A esta declaración, la señora de Laroque pareció súbitamente consternada; me miró, se agitó entre sus almohadillas, aproximó sus manos al brasero, y me dijo á media voz: ¡Ah! ¿qué importa eso? vaya, déjelo usted. Y como yo insistiese: ¡Pero, Dios mío! agregó, con un gracioso ademán, ¡mire usted que los caminos están espantosos!... Espere al menos la buena estación.
Y sin añadir ni una palabra, la señorita Guichard salió. Herminia quedó sola y consternada, pero sin arrepentirse de su franqueza, por muy cara que debiera costarle. Porque, ahora, la señorita Guichard había arrojado la máscara y después de esta explicación no se podía esperar de ella el menor acomodo. La joven se preparó á hacer una resistencia desesperada.
Todos acudieron a la señora de Santa Cruz que había perdido el conocimiento, y Moreno, poniendo una cara entre burlesca y consternada, se dejó decir: «Estas cosas le pasan a mi querida tía por meterse a redentora». iv
Dimmesdale se volvió á los dignos y venerables magistrados, á los sagrados ministros que eran sus hermanos en el Señor, al pueblo cuya gran alma estaba completamente consternada, aunque llena de simpatía dolorosa, como si supiera que un asunto vital y profundo, que si repleto de culpa también lo estaba de angustia y de arrepentimiento, se iba á poner ahora de manifiesto á la vista de todos.
Pero su estómago era un verdadero molino, y a las tres horas de haberse llenado, había que cargarlo otra vez. «Esto no es más que debilidad decía poniendo una cara grave y a veces consternada , y no hay idea de los esfuerzos que he hecho por corregirla. El médico me manda que coma poco y a menudo».
¡Qué demencia! exclamó la abuela consternada. Esas son ilusiones románticas... La vida no es una novela... ¿Por qué no?... ¿Qué inconveniente verías en que la vida de dos en el matrimonio fuese una deliciosa novela?... Debe ser una de esas novelas cuya lectura puede permitir una madre a su hija... con tal de que esté bien escrita, entendámonos... Me gusta cuidar el estilo...
Y guardaba también esta vaga memoria: un día, durante el luto, habiendo pedido que la llevaran a casa de las Aliaga, donde con frecuencia pasara el día jugando, su madre la reprendió con una severidad que la dejó consternada. Después entró como interna en un colegio religioso, pasaron los años y rara vez tuvo de ellas alguna noticia.
Bastante tenéis vosotros con vuestros ruiseñores y jilgueros. Es preciso que marido y mujer se vengan conmigo. Un rayo que hubiese caído a los pies de la tía María no la habría aterrado, como lo hicieron aquellas palabras. ¿Y quieren ellos? exclamó asustada. Es preciso que quieran respondió el duque, entrando en su departamento. La tía María quedó consternada y confusa por algunos momentos.
Los médicos de la plaza caminaban detrás, y con ellos el marqués de Moraima y don José el apoderado, que parecía próximo a desmayarse en los brazos de algunos compañeros de los Cuarenta y cinco, todos confundidos y revueltos por la común emoción con las gentes desarrapadas que seguían al torero. La muchedumbre estaba consternada.
Palabra del Dia
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