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Actualizado: 4 de junio de 2025
¿No?... Como que le iba a dejar... ¿Estás todavía en los dichosos tiempos de los matrimonios por amor? ¡Cómo! exclamé consternada. ¿No estás tú ya en ellos? El amor sublime... respondió la incorregible burlona; creo que no me sentaría bien. Dices tonterías hizo observar la prudente Genoveva, también muy sofocada. Tonterías... no.
Profunda debió ser la impresión que esta noticia causó en el ánimo de Asunción, porque no volvió a despegar los labios y siguió escuchando consternada las razones de su amiga, que las amontonaba de un modo incoherente, pero con resolución. El paseo se iba poblando poco a poco.
Yo no sirvo para estas cosas clamó Salomé volviendo el rostro. No puedo, no puedo oír esto. ¿Que usted no ha permitido...? ¿Todavía tiene atrevimiento para negarlo? Yo ... yo no niego contestó la huérfana muy consternada. Pero yo, ¿qué culpa tengo de que ese hombre...? ¿También le quiere usted disculpar á él? Esto nos faltaba que ver.
Por un segundo se abandonó, desfallecida, a esta imaginación de Julio que sobrevenía para salvarla de Muñoz. Y ambos huían de la pobre Laura. Pero luego estrujó el papel con impaciencia y sonrió con angustia. Raquel se retorcía las manos, consternada. ¡Déjala ir! Si supieras, Raquelita, qué inútil sería también esta carta. A Muñoz no podrás quererlo nunca.
La consternada joven no podía asegurar que sus últimas diabluras mereciesen la denominación y categoría de rasgos; pero indudablemente eran una cosa muy mala. Sobre todo no había hecho maldito caso de las sabias recetas de vida social que le diera su amigo.
Estaba yo tan nerviosa por las interminables discusiones que había tenido que sostener con la abuela en los últimos días, que me eché a llorar. Genoveva me abrazó. ¡Oh! no llores, Magdalena... Qué niña eres... Nadie te obliga a casarte... Sé razonable... Razonable... Que si quieres... Cada vez lloraba más... La de Ribert parecía consternada y Genoveva, para consolarme, acabó por llorar también.
El marido y las hijas se contentaban con hacer aquel gesto de resignación y dolor, que cada vez iba maravillando más al viajero. Después de estar algún tiempo de sobremesa, retirose a descansar. Cuando por la mañana se levantó, encontró a toda la familia muy triste y como consternada. Les preguntó en seguida con interés qué les pasaba de malo. ¡La pobre madre! exclamó una de las niñas.
¡Hijo, por María Santísima! exclamó doña Lupe consternada, a punto que entraba su sobrina.
No tardó la vizcondesa en divisar al marqués, quien lentamente se paseaba en la convenida alameda, y como aquél reconociese a su vez a la de Aymaret, se aproximó en seguida, no sin que la consternada fisonomía de la joven dama hubiérale ya tácitamente revelado cuál fuese su definitiva sentencia. ¡Que no! se anticipó a decir a su confidente.
Yo hubiera querido salir de esta casa dejando a usted ignorante de mi condición. La veo consternada y pronta a llorar... LEONIE. No me faltan motivos para ello... Ahora va usted a detestarme... CIRILO. Soy tan amigo de usted como antes. En cualquier tiempo, nuestra misión fué toda de indulgencia.
Palabra del Dia
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