Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 29 de junio de 2025
El maestro carpintero, que había embaulado un río de manzanilla, con la expansión que el vino comunica, le estaba haciendo una porción de confidencias gravísimas. Decíale con lengua estropajosa que no era tan rico como se decía, que si es verdad que en algunas obras había ganado algunos cuartos, en otras salió con las manos en la cabeza.
Por todos estos caprichos pasaba el otro, con tal de ver a Enriqueta sonriente. Estas continuas confidencias hacían penetrar lentamente a Luis en la vida de su mujer; seguía de lejos el curso de su enfermedad y no pasaba día sin que mentalmente se rozase con aquel ser, del que se había apartado para siempre. Una tarde se presentó el cura con desusada energía.
«Además, el Magistral no era un místico; lo menos malo que se podía pensar de él era que se proponía ganar a las señoras de categoría para adquirir más y más influencia». Cuando don Álvaro se atrevió a decir esto, ya sus confidencias habían sido muy íntimas. De amor no se hablaba; Mesía, aunque con trabajo, respetaba a la Regenta hasta el punto de no tocarle al pelo de la ropa.
Gustavo tuvo espacio y ocasión para decir todo, todo lo que bullía en su mente desde hacía algunos meses sin que la dama encontrase motivo para enojarse. El tiempo transcurría, la charla fue haciéndose cada vez más íntima. Elena, un poco aturdida, se iba dejando arrastrar a las confidencias.
No soy yo quien debe aconsejar a Máximo, papá... Nunca me ha pedido mi opinión... Mi padre comprendió esta respuesta en el sentido que yo quería. ¡Pobre hija mía! me dijo tiernamente; los dos habíamos pensado que haría mejor elección... Es preciso, sin embargo, que le dé una respuesta... Cree que las mujeres os observáis y os hacéis confidencias... ¿es verdad?
Yo, entretanto, lleno de singular emoción, esperaba sus confidencias. Su voz tenía algo de grave y solemne. En su rostro, particularmente, reflejábase una expresión que en nadie había yo observado hasta entonces. Su frente parecía marcada por el sello de la fatalidad. Tenía la tez pálida, y sus ojos, negros, despedían un fulgor extraño.
Ciertamente, no tengo por qué quejarme me decía aquel cuyas confidencias referiré en el relato muy sencillo y muy poco novelesco que voy a hacer, porque, a Dios gracias, no soy ya nada, en el supuesto de que alguna vez fui algo, y a muchos ambiciosos les deseo que acaben de la misma manera. He encontrado la certidumbre y el reposo, que valen mucho más que todas las hipótesis.
Al oír estas palabras se dibujó una imperceptible sonrisa bajo el fino bigote del joven. ¡Bah! Cálmese usted, hija mía, y espere para contarme eso a que estemos libres de oídos indiscretos. La carretera no es realmente el lugar más a propósito para las confidencias.
Aquella semimuerte de un compañero de la juventud, del único antiguo amigo que le conocí, había reanimado amargamente ciertos recuerdos que sólo esperaban una circunstancia propicia para esparcirse. Yo no le pedí confidencias; fue él quien me las ofreció.
Y me apretó la mano, chica, y se fue yo creo que para que no le viera llorar». Esto era lo más sustancial de las confidencias de Visita.
Palabra del Dia
Otros Mirando