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Actualizado: 29 de junio de 2025


Muñoz le apreciaba mucho, pero sin tenerle afecto; por el contrario, siempre había experimentado contra él una especie de recelo instintivo, una vaga hostilidad a causa de su reserva. Más de una vez le había hecho confidencias íntimas, sin que Julio le correspondiera nunca de la misma suerte.

Después, la visita á la señora de Freneuse, las confidencias de Giraud, la entrevista con Campistrón... ¡Ah! querido Jacobo; aquéllo era extraordinario. Cada paso que dábamos en nuestro camino, veíamos más claro. Jamás dos hombres han corrido aventura más interesante.

Quintanar tenía los ojos inflamados y las mejillas encendidas.... Sus confidencias le habían rejuvenecido.... ¿Pero qué hora es, hija mía? Muy tarde.... Ya sabes que en la aldea nos recogemos temprano. Los Marqueses ya están recogidos. Ahora mismo acaba de llamar la Marquesa a Edelmira, que duerme en su cuarto. Bobadas de mamá dijo Paco del mal humor apareciendo por un extremo de la galería.

Esta última afirmación excitó mucho la curiosidad y el interés de doña Manolita, y como la intimidad y la confianza habían llegado a su apogeo, produjeron varias confidencias y revelaciones por parte de doña Luz, en un coloquio que por su importancia merece capítulo aparte. Confidencias de doña Luz

Razona usted demasiado para una edad en que la ingenuidad es a la vez principal atractivo y única excusa, y si tuviera usted tanto abandono como sangre fría sería más interesante y sobre todo más felizNo obstante algunos raros arranques de franqueza a los cuales cedía por capricho, no entendía yo más que a medias las confidencias de Oliverio.

Mi madre, según tengo dicho en mis Confidencias, no escribía por escribir solamente, menos aún para ser admirada; escribía, digámoslo así, para ella sola con el objeto de encontrar en un registro los acontecimientos domésticos de su vida, un espejo moral de misma, donde pudiese verse y compararse frecuentemente con lo que ella misma había sido en otras épocas o era a la sazón, y mejorarse de continuo.

¡Y que no pasaba flojos apuros la pobre para salir airosa en aquel papel inmenso! A Barbarita le hacía ordinariamente sus confidencias. «Mira, hija, algunos meses me veo tan agonizada, que no qué hacer. Dios me protege, que si no... no sabes lo que es vestir siete hijas.

eres muy reservada; no quieres hacerme confidencias; disimulas tu juego. Vamos a ver, confiesa de una vez que te ha hecho la corte. Si te has apercibido, es inútil preguntármelo. Me gustaría saber en qué punto está ese flirt trascendental, y si Huberto te agrada. Ciertamente que me agrada; pero no lo conozco bastante para tener un sentimiento definitivo hacia él.

Sin embargo, como tenía henchida el alma de graves y profundos secretos y Pablito no se despegaba de Nieves aunque le echasen agua caliente, después de haberle silbado para llamarle la atención, se aventuró a descargar el fardo en público, a riesgo de que sus confidencias no fueran bien entendidas y apreciadas por el elemento femenino de la tertulia.

Piadosamente recogió el Padre Ambrosio y puso por escrito aquellas confidencias, que ahora trasladamos aquí y que son como siguen: Veo con claridad, Padre Ambrosio, que la hora de mi muerte se aproxima. La veo sin desearla y también sin temerla. Rara vez la duda ha entrado en mi espíritu, y menos aún ha entrado en él una negativa convicción.

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