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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Recuerda que puede haberlo hecho en beneficio de Mabel. ¡Ah! ¡por Job! murmuró mi amigo, no había pensado en eso. Si deseaba que fuera para ella, debe haber dejado su secreto en manos de alguna persona en quien confiara implícitamente. Sin embargo, él confiaba en nosotros... hasta cierto punto. Somos los únicos que tenemos algún conocimiento verdadero del estado de sus asuntos.
¿Qué extraño es, pues, que si la Corporación municipal nada menos, confiaba en la virtud de los saludadores, fuese ésta arraigada creencia en las clases todas de la sociedad? Pedro Martínez, saludador, dirigió una petición á la Ciudad, como consta en una hoja suelta de Actas capitulares, que comprende el comienzo del Cabildo de viernes 19 de Agosto de 1491.
En efecto, ¿por qué su prometida le confiaba por primera vez los quebrantos de dinero que afectaban a su padre? ¿No era aquello una maniobra hábil, a fin de prepararlo a la idea de casarse sin dote? Quizá quería enternecerlo con lágrimas, y arrancarle protestas y juramentos que lo ligaran más. ¡Las jóvenes son a veces tan astutas!
Salió después de dar sus disposiciones para el almuerzo, en la presunción de tardar algo, y Thiers se quedó en manos del barbero, pues desde la enfermedad no confiaba en su vista lo bastante para afeitarse solo.
Asustada ésta por la importancia de su presa, confiaba los cautivos á la guarda del duque de Milán... Pero los monarcas se entienden fácilmente para engañar á los gobiernos democráticos, y el soberano milanés daba suelta al rey de Aragón con todo su acompañamiento. Luego, éste bloqueaba á Génova con una enorme flota.
Voló la esperanza causando una dolorosa impresión en el señor Gabriel Cornejo, que se despidió de nuevo murmurando: He sido un imprudente, no debía haber hablado tanto; yo confiaba en su codicia, pero está visto: su avaricia es mayor de lo que yo creía. Quiere hacer el negocio por sí solo.
La dulzura de su carácter, el odio que le inspiraba la violencia después de sus tres años de guerrillero, le hacían apartarse de los nuevos camaradas, que soñaban con hecatombes por la dinamita y el puñal para aterrar al mundo, obligándolo a aceptar por el miedo las nuevas doctrinas. No; él confiaba en la fuerza de las ideas y en la inocente evolución de la humanidad.
Metíase en San Gil, la iglesia popular que había visto el mejor día de su existencia, se arrodillaba ante la Virgen de la Macarena, haciendo que la encendiesen cirios, muchos cirios, y contemplaba a su luz rojiza la cara morena de la imagen, de ojos negros y largas pestañas, que, según decían, se asemejaba a la suya. En ella confiaba. Por algo era la Señora de la Esperanza.
Estuches de piel de Rusia, separados entre sí por capas de algodon, llenaban el fondo forrado de terciopelo gris. Todos esperaban maravillas. El marido de Sinang confiaba ver carbunclos, piedras arrojando fuego y brillando en medio de las tinieblas. Cpn. Basilio estaba ante las puertas de la immortalidad; iba á ver algo positivo, algo real, la forma de lo que tanto había soñado.
Que en medio del infortunio había tenido al menos el consuelo de advertir que el ilustre Condestable de Castilla, D. Baltasar de Zúñiga, Embajador de España en Francia, y Ángelo Badoer, Nuncio de Venecia, no habían olvidado la manera de conducirse con ellos en este delicado asunto. Por último, que con las manos juntas se confiaba en Dios todopoderoso y en la gracia de su soberano.
Palabra del Dia
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