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Actualizado: 8 de junio de 2025


Menester es confesarlo: es infundada, es injusta la acusación de los impíos. No vino la doctrina de Cristo a condenar o a endiablar la naturaleza. Los tres enemigos capitales de esa doctrina no tienen menor influjo, jurisdicción y mando en el reino del espíritu que en el de la materia. También siguiéndolos pueden las gentes ser espirituales.

Yo no digo eso, pero que es préciso no precipitarse en condenar las formas representativas; porque no puede negarse que las absolutas tienen cierta rigidez, de que se resienten hasta las últimas ruedas del gobierno.

Muy bien dijo el cura, comprendiendo que no había cambiado tanto de ideas como él creía, lo que me valió una dulce sonrisa, pues el cura detesta a las veletas. ¿Qué desea usted saber de éste su humilde servidor? prosiguió, con mirada maliciosa. ¿Me van ustedes a condenar a otra conversación sobre las solteronas? preguntó la abuela descontenta.

Se ven á lo lejos abiertas las puertas del infierno, y á Jesucristo como juez, con una espada de fuego en la mano, dispuesto á condenar á Dionisio á la muerte eterna; pero á su lado se hallan Santo Domingo y la Virgen María, que se esfuerzan en mover su compasión hacia el pecador, por la devoción que ha demostrado siempre al santo Rosario, y en efecto, su respeto á ese signo religioso lo salva de la condenación á que estaba ya destinado.

Yo no de dónde las has sacado, pues ni son de la casta de tu padre ni de la de tu madre; pero en cada familia hay un Judas. «¡Ni al mismísimo demonio que no piensa sino en el modo de condenar a un cristiano murmuraba Momo , se le ocurre otra!

7 Antes por el contrario, como vieron que el Evangelio de la incircuncisión me era encargado, como a Pedro el de la circuncisión, 11 Pero viniendo Pedro a Antioquía, le resistí en la cara, porque era de condenar. 13 Y a su disimulación consentían también los otros judíos; de tal manera que aun Bernabé fue también llevado de ellos en su hipocresía. En ninguna manera.

Señor de Araceli, ¿las ha visto usted? Subamos, que arriba han de estar. Que no están. ¡En buena nos han metido!... El santo Ángel de la Guarda me acompañe. Estas niñas me harán condenar, señor de Araceli... ¿Se habrán metido abajo en el salón de sesiones? Yo no he traído papeleta para las tribunas reservadas; pero subamos a la pública y desde allí veremos si están.

Dice Henri Blaze, «¡cuántas ideas pone la tradición en el aire en estado del germen, a las que el poeta da vida con un soploEsto mismo nos parece aplicable a estas cosas, que nada obliga a creer, pero que nada autoriza tampoco a condenar. Un origen misterioso puso el germen de ellas en el aire, y los corazones creyentes y piadosos le dan vida.

No es eso; pero dice que el hombre es libre, y nosotros no lo creemos: escribimos contra él libracos que no lee; y apénas si nos ha oido mentar, puesto que nos acaba de condenar, como un propietario que manda extirpar las orugas de su huerto.

Por amor del cielo, mi señora Doña Blanca, yo no por quién conjurar á V., en nombre de quién suplicarle, que no involucre las cosas, que no me oiga con prevención, que atienda al bien de su hija, y que no dude de que yo vengo aquí, la molesto con mi presencia y la mortifico con mis palabras, sin prevención también, y sólo por el deseo de ese bien impulsado. ¿Cómo he de condenar yo el santo temor de Dios, el menosprecio del mundo, si es razonable, y la humildad cristiana, que nos lleva á desconfiar de nuestra flaca y pecadora naturaleza?

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