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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Toda la fuerza de su vida se había concentrado en la cabeza, enorme, de nobles líneas, sonrosada en la cúspide, entre los blancos mechones echados atrás. Su cara pálida tenía esa transparencia de cera de una vejez sana y vigorosa, a la que añadían nueva majestad las barbas plateadas, brillantes, luminosas como las que el arte da siempre al Todopoderoso.

Esos hombres en apariencia frios, pero que en realidad abrigan un fuego concentrado y comprimido, son formidables cuando llega el momento fatal y dicen «ahora».... Entónces clavan en el objeto su mirada encendida y se lanzan á él rápidos como el rayo, certeros como una flecha.

Presiéntese que tan caro ser ha vivido largo tiempo inmóvil, resignado, en la quietud que hace esperar, esperando, y nada hace ni quiere sino lo que apetece el ser amado. El hijo del mar había puesto toda su dicha en la concha, ésta en el nácar, el nácar en su perla, que no es otra cosa que el mismo nácar concentrado.

De este modo se libraba de un compromiso. En efecto, los partidarios de Belinchón, por su número, por su riqueza y por la buena maña que se dieron, lograron triunfar en toda la línea. La lucha, últimamente, se había concentrado en el punto por donde se presentaba don Roque. Los del Camarote sabían que si éste era elegido, la batalla estaba ganada.

Este mote de «pingüinos» no era de su cosecha. ¡Que le librase Dios de tamaño atrevimiento!... Los «pingüinos» eran las señoras más notables de a bordo, matronas argentinas que al no poder ocupar el trasatlántico entero, lo mismo que un yate propio, se habían concentrado en esta parte del buque como asustadas y ofendidas del contacto con los demás.

Por la mañana al despertarnos, Germán les gritaba: ¡Chiquitines! Y los pájaros venían volando hasta nuestra cama y se comían el alpiste y los cañamones que tenían preparados en la mesa de noche. Celebrose con risa esta aptitud singular del amo de la casa. Tristán, pensativo y con acento concentrado, dio la explicación metafísica del fenómeno.

Al descender de su observatorio, echados por las sombras de la noche, que envolvían el patio de la Fábrica y cubrían la estruendosa retirada de las cigarreras vestidas ya con sus trajes usuales, Baltasar iba silencioso y concentrado. Borrén muy locuaz. El bueno del capitán no cabía en de gozo, ni más ni menos que si la aventura de ver bailar a la Tribuna le aconteciese a él directamente.

En una revuelta apareció una segunda pareja, y el carnicero moviose en su asiento como si le pinchasen. Eran muchas parejas en camino tan corto. El roder le tranquilizó. Habían concentrado la fuerza del distrito por el viaje de don José. Pero un poco más allá encontraron la tercera pareja, que, como las anteriores, siguió lentamente al carruaje, y el carnicero no pudo contenerse más.

Parecía que todo el calor de su organismo se había concentrado en el lado que tocaba al aperador, quedando el costado opuesto frío e insensible. El mocetón, obligado a beber las copas que le ofrecía la señorita, sentíase ebrio, pero con una embriaguez nerviosa que le hacía bajar la cabeza y fruncir las cejas torvamente, deseando pelearse con cualquiera de los valientes que acompañaban a don Luis.

Quisiera la muerte de todos ellos, ¡de todos!... ¡El mal que han hecho en mi vida!... Quisiera ser inmensamente hermosa, la mujer más hermosa de la tierra y poseer el talento de todos los sabios concentrado en mi cerebro, y ser rica, y ser reina, para que todos los hombres del mundo, locos de deseo, vinieran á postrarse ante ... Y yo levantaría mis pies con tacones de hierro, é iría aplastando cabezas... así... ¡así!...

Palabra del Dia

ciencuenta

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