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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Envidia, nada más que envidia... señora dijo dirigiéndose a su ama el criado adulador: mis chicos han visto subir el nacimiento y se han emberrenchinado en que les compre muñecos. La dama, sin hacer caso, subió lentamente la escalera y Pepito la siguió en silencio, con la cabecita baja y las manitas a la espalda, sintiendo cosas que no podía comprender, como un filósofo chiquitín.
¡Ay, qué delicados están los tiempos!... Usted, ¿qué se ha de vender? Falta que haya quien le compre. Y esto no es compra, sino socorro. No me dirá usted que no lo necesita... En fin, pa no cansar... replicó bruscamente José , si me dan la ministración... Una cantidad y punto concluido... ¡Que no me da la gana, que no me da la santísima gana!
Hícelo y compré con lo que me dieron un coleto de cordobán viejo y un jubonazo de estopa famoso, mi gabán de pobre, remendado y largo, mis polainas y zapatos grandes, la capilla del gabán en la cabeza, un Cristo de bronce traía colgando del cuello, y un rosario. Impúsome en la voz y frases doloridas de pedir un pobre que entendía de la arte mucho, y así comencé luego a ejercitarlo por las calles.
Mi popularidad era inmensa; hasta caballeros, tales como usted, señor, iban a mi casa; vendí mi comercio y compré esto que está, como quien dice, en un rincón de mundo. ¿Comprenden? Una intuición poética singular hizo que mientras hablaba cambiase poco a poco de posición, de manera que las mudas ruinas del enfermo se interpusieran entre ella y sus oyentes.
La generosidad de Salamanca es, en más de un caso, una mercancía que vende al público, para que el público le compre á él otra mercancía por un precio mayor; es un comercio hábil, habilísimo; este comercio necesita una táctica tan maestra, que casi, casi, tiene tanto mérito como la generosidad misma.
A las dos de la tarde me anclé en la parte del N: inmediatamente echè la vasijería en tierra, y con ella hice un corral provisional para encerrar los caballos que compré, y seguì la feria.
»Seis días estuvimos en Vélez, al cabo de los cuales el renegado, hecha su información de cuanto le convenía, se fue a la ciudad de Granada, a reducirse por medio de la Santa Inquisición al gremio santísimo de la Iglesia; los demás cristianos libertados se fueron cada uno donde mejor le pareció; solos quedamos Zoraida y yo, con solos los escudos que la cortesía del francés le dio a Zoraida, de los cuales compré este animal en que ella viene; y, sirviéndola yo hasta agora de padre y escudero, y no de esposo, vamos con intención de ver si mi padre es vivo, o si alguno de mis hermanos ha tenido más próspera ventura que la mía, puesto que, por haberme hecho el cielo compañero de Zoraida, me parece que ninguna otra suerte me pudiera venir, por buena que fuera, que más la estimara.
¡Hola, barbián! dijo Dupont el menor al ver a Montenegro. ¿Cómo está tu familia? Un día de estos iré a la viña. Quiero probar un caballo que compré ayer. Y después de estrechar la mano de Montenegro y darle varias palmadas en los hombros, satisfecho de poder demostrar la fuerza de sus manazas ante aquellos amigos, le volvió la espalda. Fermín tenía con este señorito gran confianza.
Vamos a ver; ¿no estabas tú en la tienda de Fuejos cuando entró esta mañana a las doce la tiple, y anduvo escogiendo botas y pidió la última novedad, y Fuejos le enseñó unas como estas? ¿Y no te preguntó la tiple a ti tu opinión, y no dijiste que eran preciosas... y no se las calzó allí delante de vosotros, delante de ti y del hipotecario Salomón el Cojo? ¡Pues hombre, si todo esto me lo contó el zapatero, y por eso yo le compré estas; porque no había vendido más que otras, y esas a la tiple, que viste muy bien!
Oye, José contestó Manuel , ¿has hallado tú entre las breñas o cuevas del campo lo que a una mujer pueda tapar la boca? Mira que si lo has hallado no faltará quien te lo compre a peso de oro; por esos mundos no lo he encontrado ni conocido en la vida de Dios. Y se puso a cantar: Más fácil es apagarle sus rayos al sol que abrasa, que atajarle la sin hueso a una mujer enojada.
Palabra del Dia
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