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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Alguna vez da sus botes de carnero; pero total nada... en el fondo es muy noble la Linda... Mira, , cuando la compré, o, por mejor decir, cuando la cambié por el Negrillo, dando mil quinientos reales encima, allá en el mes de octubre, bien te acordarás, tenía una porción de zunas. Se me plantaba a lo mejor en medio de la carretera, se espantaba con los carros... en fin, un animal perdido.

Y dió unos cuantos quejidos tan lastimeros, que Clara tuvo angustia de oírlos. Después siguió: Mira, ven; entramos: yo le digo que eres mi hija y que no has comido un bocao, y que el méico te ha recetado una cosa que cuesta un duro. dices que no la quies tomar, y que si saco el duro, compre pan pa estos niños que se están muriendo.

Que a una le pega el marido una paliza; aquí al vuelo a llorar la lástima. Que me echo yo un refajo nuevo; aquí en seguida a saber lo que me costó, y en qué tienda de la villa le compré.... Que el medio cuarterón de aceite, que los dos cuartos de hilo, que la moneda roñosa, que la fía.... Vamos, Simón, que esto es un laberiento que acaba conmigo. ¿Y nada más? díjola Simón con mucha flema.

Una vez, cuando yo no había perdido enteramente la voluntad, decidí dejar de verla, huir de Buenos Aires. Porque sentí que esta muchacha sería mi perdición. Compré pasajes para Europa. Pero recibí una carta suya.

En el bulevar de la Buena Nueva me compré una levita de verano por 35 francos. El amo del establecimiento quitó la enseña donde estaba escrito el precio, y nos dió la levita perfectamente envuelta en un gran papel. Yo le di dos piezas de 20 francos, y esperaba que me diera la vuelta; pero el amo no pensaba en tal cosa.

Más allá, filas de sacos mostrando por sus abiertas bocas las patatas de Aragón, de barnizada piel, y tras ellos los churros, cohibidos y humildes, esperando quien les compre la cosecha, arrancada a una tierra ingrata en fuerza de arañar todo un año sus entrañas sin jugo.

Por fin llegó el ansiado viernes, y efectivamente, libre de todo sufrimiento físico y moral, subí la destartalada escalera que conducía al consultorio del Dr. Idiáquez. Este me recibió afablemente, y me aseguró que mi curación era definitiva. Ese día compré un busto de Hahnmann y lo coloqué en lugar prominente de mi biblioteca.

36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja, y el que no tiene, venda su capa y compre espada. Y él les dijo: Basta. 39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de las Olivas; y sus discípulos también le siguieron. 40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.

Yo serví a diversos amos, que me daban de comer y me permitían ir a la escuela. Yo guardaba mis propinas; yo compré una hucha.... Yo reuní para comprar libros.... Yo no cómo entré en los Escolapios; pero ello es que entré, mientras mi hermano se ganaba su pan haciendo recados en una tienda de ultramarinos....

En cuanto al zapatero, que era de los más humildes, aguzaba el ingenio para que las piezas y medias suelas que ponía a los zapatos del Obispo estuvieran bien disimuladas. Pero, señor gritaba el ama de llaves, doña Úrsula, heredera en el cargo de doña Paula ; si usted pide milagros. ¿Cómo no se han de conocer las puntadas? Compre usted unos zapatos nuevos, como Dios manda, y será mejor.

Palabra del Dia

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