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Debe de estar, como la mayor parte de los hombres, por de fuera, encuadernado con un lujo asiático, y por dentro en blanco: su carpeta, que será más elegante si puede cerrarse a guisa de cartera, debe ser de la materia más rica que se encuentre, adornada con relieves del mayor gusto, y la cifra o las armas del dueño: lo más caro, lo más inglés, eso es lo mejor: razón por la cual sería muy difícil lograr en España uno capaz de competir con los extranjeros.

Los ornamentos, vasos sagrados, alhajas de plata y oro de que son servidas, son tantas, y en algunas tan preciosas, que pueden competir con las mejores catedrales de América. Las casas principales, llamadas comúnmente colegios, son muy capaces y cómodas, regularmente situadas en parajes de deliciosa vista.

Cuando era una marina, el agua se transparentaba, parecía que «podía meterse la mano en ella»; si se trataba de un paisaje de montaña, «apetecía triscar por las praderas, se sentía casi el olor del heno»; las figuras «estaban todas hablando, no les faltaba más que moverse». En fin, el señor de Anguita creía que su galería podía competir con las mejores de Madrid.

Si la tenía puesta con relativo lujo había sido a fuerza de súplicas de su mujer, de burlas de sus amigos, y sobre todo porque había llegado a convencerse de que necesitaba gozar de cierto prestigio exteriormente si había de competir con los muchos e inteligentes banqueros establecidos en la corte.

Existe en Francia una cosa tan peculiar, tan genuina del carácter nacional, que con dificultad se encuentra en otro país cualquiera: la conversación, en cuya especialidad no hay nadie que pueda competir con los franceses. En el resto del globo se discute, se argumenta, se perora; sólo en Francia se conversa por costumbre.

La única semejanza es que ambos difundimos las mismas obras, pero en cuanto la gente se haya acostumbrado, yo no veo cómo el papel aún podría competir con el texto electrónico, sobre todo en las escuelas." Con el transcurrir de los años, miles de voluntarios digitalizaron con paciencia cientos de obras en modo texto.

Se sentaron todas después de muchos remilgos de exagerada etiqueta, y la Escribana madre fue quien habló la primera. Se habían creído obligadas a dar la bienvenida y ofrecer sus respetos a los señores de Peleches, no solamente por la posición que ocupaban ellas en la sociedad de Villavieja, «aunque humilde, de alguna importancia», sino por lo íntimo de las relaciones que siempre hubo entre su difunto marido y la casa de Bermúdez. (Puro embuste.) Por otra parte, había entre las personas «propiamente decentes» de allí, verdadera necesidad de cultivar un poco el trato de las gentes bien nacidas y de buena educación, porque «ustedes no saben cómo se va poniendo esto de día en día... ¡atroz! ¡les digo a ustedes que atroz!» Y no estaba la culpa precisamente en el empeño de las de abajo en subirse muy arriba, sino en algunas que por haberse tenido siempre por de lo más cogolludo, no podían sufrir que otras tan buenas como ellas, por donde quiera que se miraran, se pusieran a su lado; y no pudiendo asombrarlas ni siquiera deslucirlas en tanto así... ni competir con ellas, si bien se miraba, en dinero, ni en elegancia, ni en educación, se dejaban pudrir entre cuatro paredones viejos, o andaban al revés de todo el mundo. Y claro estaba: los sitios que dejaban desocupados ellas «en la buena sociedad», los iban ocupando «otras atrevidas del zurriburri»; se hacía de ese modo «una mezcolanza atroz», y luego, las gentes que no entendían mucho de estas cosas, a todas las medían por un mismo rasero. Quería la Escribana madre que Nieves lo tuviera todo muy en cuenta para que no se dejara engañar «por la pinta» y supiera «a quién se arrimaba».

Si la traducción automática sigue siendo aproximada, los programas van mejorando con regularidad, sin pretender competir con el cerebro humano. SYSTRAN, empresa pionera en el procesamiento automático de las lenguas, explica en su sitio web: "Un programa de traducción automática traduce de un lengua natural a otra lengua natural.

Lisonjeada y agradecida por aquel culto bondadoso, retribuíale la señora de Hermany su afecto con menos entusiasmo, pero con más sinceridad. Muy espiritual, instruida, algo artista, era muy capaz de apreciar los méritos de su amiga, y de competir con ella. Pronto estuvo al cabo de todos sus secretos, y Juana creyó conocer los suyos. Sus existencias estaban ligadas íntimamente.

Ahí van Parsondes, que V. tanto celebra; El pájaro verde, cuento vulgar que me contó con singular talento su señora madre de usted y que yo no he hecho sino poner por escrito, procurando competir con Perrault, Andersen y Musaus; El bermejino prehistórico, que yo encuentro gracioso en fuerza de ser disparatado; y los diálogos de Asclepigenia y Gopa, el primero de los cuales sigo creyendo que es lo más elegante y discreto, o si se quiere lo menos tonto, que he escrito en mi vida.