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Actualizado: 12 de junio de 2025
Soy el gran hechicero Meñique, y con una palabra que le diga a mi hacha te corta la cabeza. Tú no sabes con quién estás hablando. ¡Quieto donde estás! Y el gigante se quedó quieto, con las manos a los lados, mientras Meñique abría su gran saco de cuero, y se puso a comer su queso y su pan. ¿Qué es eso blanco que comes? preguntó el gigante, que nunca había visto queso.
Todos los días, en cuanto amanece Dios, le doy tres ó cuatro á María para que me compre buñuelos. ¡Sí darás! murmuró María-Manuela con mal humor. ¡Disgustos! ¡Y bofetás! añadió Velázquez riendo. Sólo los jueves por la tarde. Tengo ese ramo bien organizado. ¡Vaya, no te las eches de plancheta, hijo profirió la irascible María, que se va á creer la gente que te comes los niños crudos!
Pero «el clérigo»le decía a Fonseca: «¡Lo que yo digo es lo que dijo en su testamento la buena reina Isabel; y tú me quieres mal y me calumnias, porque te quito el pan de sangre que comes, y acuso la encomienda de indios que tienes en América!»Y a Sepúlveda, que ya era confesor de Felipe II, le decía: «Tú eres disputador famoso, y te llaman el Livio de España por tus historias; pero yo no tengo miedo al elocuente que habla contra su corazón, y que defiende la maldad, y te desafío a que me pruebes en plática abierta que los indios son malhechores y demonios, cuando son claros y buenos como la luz del día, e inofensivos y sencillos como las mariposas.»Y duró cinco días la plática con Sepúlveda.
Y se acostó en su cama, y volvió su rostro, y no comió pan. 5 Y vino a él su mujer Jezabel, y le dijo: ¿Por qué está tan triste tu espíritu, y no comes pan? 7 Y su mujer Jezabel le dijo: ¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Levántate, y come pan, y alégrate; yo te daré la viña de Nabot de Jezreel.
No; ha sido él que ha entrado. Mentira. Has sido tú. Confiesa o te deslomo. Sí, he sido yo. ¿Y por qué? Porque me ha dicho que me traería cerezas. Ah, bueno y el domador se tranquilizó , que las traiga, pero si te las comes te hartaré de palos. Ya lo sabes. Martín, al poco rato, volvió con la boina llena de cerezas.
Debes tener más dinero guardado... ¿Con qué comes, pues?... Te juro que no tengo más, ¡te lo juro por las cenizas de mi madre, Raguet!... Yo no puedo volverme monedas... Dame entonces esos ciento cincuenta francos que te prestó el imbécil de Blondeau... ¡No los tengo ya! ¡no los tengo!... He pagado con ellos al panadero, al mercado, al sirviente, que se fue hoy y me ha dejado sola...
No hagas locuras... Si me sueltas te perdonaré tus pecados, que son tantos que no se pueden contar; pero si te obstinas en llevarme, te condenarás. Suéltame y no temas, que yo no le diré nada a D. León ni a las monjas para que no te riñan... Mauricia, chica, ¿qué haces...? ¿Me comes, me comes...?». Y nada más... ¡Qué desvarío!
Cervantes, Quijote, I, 20: «... y no querría que pocas cosas penase mi ánima en el otro mundo.» Calderón, en su Entremés de las Carnestolendas: «VEJETE. Hombre, ¿comes, o engulles? GRACIOSO. ¡Lindo chasco!
Comes buenos churrascos; andas a caballo; tomas aire puro y, contagiado por mí, acabarás por reírte de todo ese mundo de cosas deleznables y subalternas que actualmente te tienen envuelto en nieblas... ¡Contra las nieblas: sol, sol y mucho sol! y después vendrá sola, vibrante, sonora, la risa, la sana, la enérgica, la invencible, la fecunda, la suprema demostración de que no somos tan... animales... ¡Ríete!... ¡no seas pavo!... ¡¡Ríete!!... ¡Como yo!... ¡Así...!
Palabra del Dia
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