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Actualizado: 12 de junio de 2025
Adiós, Crainqueville; mi nieto me espera. Para el pobre no hay fiestas. Esta noche trabajará como todas. El filósofo ambulante, que había terminado por aceptar la vida ilusoria de su compañera, creyó del caso darle algunos consejos. Te estás matando. Apenas comes; bebes demasiado. Gastas tu dinero exageradamente; vas á perder tu capital.
Fermín le encargó anunciase a don Luis que pasaría a verle así que terminase su comida, y cerrando la puerta del camarote se quedó solo con Rafael. Vamos, hombre dijo señalándole los platos: ponte de eso. Yo no como contestó Rafael. ¿Que no comes? Vaya... pasarás del aire como todos los enamorados... ¿Pero beber sí que beberás? Rafael hizo un gesto, como extrañando lo superfluo de la pregunta.
LINE. Lo recoses después de haberlo rellenado con un picadillo de tocino de pecho, en pedacitos, con menudillos, setas, trufas, unos trozos de naranja, una pizca de perejil y la carne machacada de dos pajarillos. Haces cocer tu pollo, en un hornillo económico, suavemente. LIONEL. ¡Y después te lo comes...! LINE. ¡Todavía no...! ¡El pollo no es nada...! ¡La salsa es todo...!
"¡Bien te he entendido!, dije yo entre mí. ¡Maldita tanta medicina y bondad como aquestos mis amos que yo hallo hallan en la hambre!" Páseme a un cabo del portal y saqué unos pedazos de pan del seno, que me habían quedado de los de por Dios. El, que vio esto, díjome: "Ven acá, mozo. ¿Qué comes?" Yo llegúeme a él y mostréle el pan. Tomóme él un pedazo, de tres que eran el mejor y más grande.
Piedras como no más, y por eso soy más fuerte que tú, que comes la carne que engorda. Soy más fuerte que tú. Enséñame tu casa. Y el gigante, manso como un perro, echó a andar por delante, hasta que llegó a una casa enorme, con una puerta donde cabía un barco de tres palos, y un balcón como un teatro vacío. Oye le dijo Meñique al gigante: uno de los dos tiene que ser amo del otro.
Eso sí, no vayas a creer, Nanita, que esto es lo primero que veo; muchos salones he visto, y mejores... Ya lo sé dijo Susana risueña, que te tratas con muchos high-lifes, y que comes en casas ricas; vamos a ver, ¿dónde has comido anoche? En casa del Presidente contestó Agapo muy serio. ¿Dónde? volvió a preguntar la niña, muerta de risa. ¡En casa del Presidente!
¡Que sí es! ¡bacalao! te rompo... ¿pues no son amarillas las naranjas?... ¿y no son cosa rica? Pero naranjas las comes tú también. Claro, si se las robo a la señoa Jeroma en el puesto.... Pues no es eso. Otro. ¿Na? ¿na?
De toos modos, tío Tremontorio, las cuentas se han presentao y se han dao por buenas; y por más que usté y yo nos cansemos.... Pues veremos lo que comes dentro de un par de días, si el tiempo no se echa á la tierra. Salú nos dé Dios, y ya lo veremos.
Despídete de mi boca de rosas, y de mis ojitos como las estrellas del cielo... Y luego has de hacer todo lo que yo te mande: volverte a Madrid, y vivir en tu casita como antes vivías. Si tú casar migo, sí... Si no casar, no. ¿Comes o no comes?
Y ahora se van a comer. ¿Y me voy a quedar solo con Blas? No, tonto, Jacinta comerá aquí contigo. Mientras su mujer comía, ni un momento dejó de importunarla: «Tú no comes, tú estás desganada; a ti te pasa algo; tú disimulas algo... A mí no me la das tú. Francamente, nunca está uno tranquilo... pensando siempre si te nos pondrás mala.
Palabra del Dia
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