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Actualizado: 16 de julio de 2025
¡Ya lo creo! ¡Y vaya si le conozco! dijo el Comendador recordando á su antiguo adversario y víctima de la niñez. Pero entonces, ¿quién es Clori? añadió en seguida. Clori es una linda señorita, muy amiga mía. Su madre vive con gran recogimiento y no sale ni deja salir á su hija de noche.
Verás á Doña Blanca. Por la amistad que me tienes, por la pasión y muerte de Cristo te suplico que te calmes para entonces, y trates de que sea lo menos cruel posible la entrevista que te voy á procurar. El Comendador cedió á todo, y agradeció al P. Jacinto los consejos que le daba y la protección que le ofrecía. Con febril impaciencia aguardó D. Fadrique el plazo que el padre le había pedido.
Doña Ana sí; clavados los ojos en la hija del Comendador, olvidada de todo lo que estaba fuera de la escena, bebió con ansiedad toda la poesía de aquella celda casta en que se estaba filtrando el amor por las paredes. «¡Pero esto es divino!» dijo volviéndose hacia su marido, mientras pasaba la lengua por los labios secos.
Todavía navegó ciento treinta leguas por las costas de la Española en la frágil embarcación, hasta dar con el Comendador Ovando, que era el gobernador, y presentarle las peticiones de auxilio del Almirante. Después hubo de esperar varios meses en Santo Domingo a que volviesen naves de España, pues en más de un año no se había acercado buque alguno.
»El Comendador mayor de León añadió que D. Juan de Luna, castellano de Milán, por un disgusto se fué á París, y que, aunque no hizo ningún otro deservicio, se exceptuó en cédula aparte en las paces del año de 59, sin que S. M., que haya gloria, se dejase vencer por ninguna consideración. V. M. mandará lo que sea servido. En Valladolid á 30 de agosto de 1604. Rúbrica .»
Todas estas señoritas vuelan hacia sus caballetes: se han puesto las blusas y aparentan absorberse en su arte. Joaquín entra; es un hombre de cincuenta años, extremadamente chic y muy atildado. Tiene manos de prelado, rostro banal de artista mundano, hermosos ojos negros, nariz aguileña, bigotes finos y barba en punta, demasiado negra. Luce una severa levita con la gran roseta de comendador.
Mandónos el Duque á D. Pedro de Urríes y al Comendador Guimarán y á otros que nos juntásemos á tratar de lo que nos parescía que se debía hacer. El mío fué que el Duque había de hacer lo que Juan Andrea le aconsejaba, porque su persona no era tan necesaria en aquel fuerte cuanto en Sicilia.
Doña Blanca miró de pies á cabeza al Comendador, y con reposo y suave acento, sin alterarse ni descomponerse en lo más mínimo, le habló de esta manera: Caballero: Dios, que es infinitamente misericordioso, tenga á V. en su santa guarda.
Más aún se afirmó en la idea de lo puro é impecable del extraño é inesperado beso, cuando le dijo el Comendador: Don Carlos me parece un mozo excelente. ¿Le ama V. mucho? Había en el acento de D. Fadrique un suave imperio, al que Clara no supo resistir. Le he amado mucho contestó, pero yo acertaré á no amarle. He sido muy culpada. Sin que lo sepa mi madre le he querido. En adelante no le querré.
La dicha doméstica de los recién casados, la rústica inocencia de su vida, son retratadas con los colores más bellos de la poesía. El comendador, que se restablece poco á poco, comienza á sentir cierta grata inclinación hacia su bella huéspeda, siendo tratado por ella con la más sincera amistad. Al despedirse hácele ricos regalos, que son recibidos con gratitud.
Palabra del Dia
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